El movimiento clave de El Hijo

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El movimiento clave de El Hijo

Como nos avanzaba el propio Abel Hernández días antes, la puesta de largo de ‘Los movimientos‘ en el madrileño Teatro Lara sería una cita especial, que contaría con proyecciones a cargo del realizador Nacho R. Piedra y la participación vocal de Jorge Pérez (Tórtel) y Álvaro Martínez (Templeton), buscando ofrecer una presentación especial y única, que dejara huella en el espectador. Lograron su objetivo sin paliativos aunque, como comentó durante el set, nos encontramos en un momento especialmente precario, por lo que solo han podido lograrlo gracias a una notable dosis de ilusión y empuje por parte de los implicados.

La sensación fue que este directo supone la consecuencia definitiva, el movimiento clave, de un proyecto con más de siete años de bagaje. Magníficamente escudado por el virtuoso multiinstrumentista David T. Ginzo, el guitarrista Javier Montserrat y el batería y percusionista Xosé Luis Saqués, Abel Hernández ha encontrado la forma más perfecta hasta el momento para retratar su visión del pop rock, esa que conjuga riesgo, trascendencia y sentimiento. Su set es sólido y bien estructurado, dividido en diferentes partes medidamente intercaladas. Por un lado, ejecutan las nuevas canciones, adaptadas al directo sin perder la riqueza de la producción (gracias a la gran solvencia de sus músicos y a los coros de Jorge y Álvaro) pero aderezadas con una fuerza inusitada, como pocas veces se ha visto en una banda nacional, redimensionando canciones como ‘Tempestad’, ‘Petrificado’ o ‘Gran sueño’, uno de los momentos más ovacionados de la noche.

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Por otro, las versiones actualizadas de antiguos temas, vestidas con requiebros y aristas, toman nueva vida e interés, más allá del mero guiño a su público más fiel. Así, canciones como ‘Leche y miel’, ‘Vals de los besos’ (ahora solo ‘Los besos’), ‘Gorilas en la niebla’, ‘El hada de los dulces’, ‘Siempre ella’ o ‘La palmera’ no solo muestran el camino recorrido sino que se adaptan estupendamente a la dinámica inquieta de El Hijo, en permanente búsqueda. En ese sentido cabe destacar un tema como ‘Por si Charlie Pace no pudo acabarla’, que si nos sonaba magnético pero extraño cuando se publicó en 2010, hoy resulta perfectamente coherente y lógico. Aunque, por otra parte, hay canciones como ‘Quebradizo y transparente’, una canción honesta hasta el dolor, que siempre se bastarán de voz y guitarra para sostener la tensión de la platea.

Tras casi dos intensas horas, El Hijo cerraron la interpretación de ‘Los movimientos’ con la gran ‘Buscando el sol’, que provocó una situación curiosa, signo de los tristes tiempos que vivimos: debido a la hora de cierre del teatro (aun no era la una de la mañana de una víspera de festivo), Abel tuvo que interrumpir abruptamente el crescendo final para acudir, corriendo por los pasillos, a ofrecernos un regalo final. Mientras el público abandonaba el recinto, Abel se apostaba en las escaleras del vestíbulo para interpretar, con Tórtel al piano, ‘Cabalgar’. Una pena que las prisas de los responsables por echar el cierre (acuciados por la normativa municipal, claro) forzara a que el resultado de ese bonito detalle fuera un poco atropellado y deslucido. Pero los allí congregados lo agradecimos igualmente, como un bonito fin de una gran noche de pop rock. 8

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Foto: Nines Gutiérrez.

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