François Ozon interrumpe una serie de películas algo intrascendentes -aunque ‘Mi refugio’ está algo infravalorada- con una obra mucho más ambiciosa que pone frente a frente ficción y no ficción, obra y creador falto de ideas, historia y metahistoria, profesor y pupilo, cine y teatro. Tomando la obra ‘El chico de la última fila’ del madrileño Juan Mayorga, el director de la fabulosa ‘8 mujeres’ se sitúa en un instituto francés en el que, entre un panorama desolador de nuevas generaciones que sólo piensan en pizza y móviles (el arranque de la película es una bella reflexión sobre lo que representa la masa), destaca la inquietud por la literatura de un alumno, el desconcertante Claude, interpretado por un estupendo Ernst Umhauer.
Su profesor de literatura, Germaine (Fabrice Luchini), se convertirá enseguida en un perro que come de su mano, gracias a unas tontas redacciones «¿qué has hecho este fin de semana?» que le pasa coronadas siempre con un casi terrorífico «continuará». ¿Qué trama el atractivo alumno de mirada impredecible y perturbadora y pasado elíptico? En unos pasillos de instituto que nunca fueron lo mismo desde ‘Elephant’ (o desde ‘Los amantes criminales’), las elucubraciones entre el profesor y su mujer, que tiene una galería de arte, se mueven entre las pesquisas patéticas, el interés por la creación y el factor teatral del mejor Woody Allen (hay un cameo del cartel de una película suya); el terror tranquilo que transmite Haneke desde fuera de la casa en ‘Caché’ y el Hitchcock de ‘La ventana indiscreta’ (muy evidente en el mismo cartel y en otros puntos de la película).
A pesar de lo complejo de esta película que ganó la Concha de Oro en San Sebastián y de las múltiples aristas que presenta, con parodia o dramático homenaje a la familia de clase media -según se mire- incluido, lo que de verdad interesa a François Ozon es la mezcla de realidad y ficción dentro de la película, y las dificultades de un autor por concluir su obra con dignidad, sin que resulte «un vodevil barato». En un momento del guión uno de los personajes plantea tres o cuatro finales posibles para su historia: los más o menos esperables. Ozon consigue darles una vuelta de última hora culminando de manera magistral una las mejores películas que se han hecho sobre manipulación y creación, de infinitas lecturas. 8.