Patrick Wolf no necesitaba la confianza que da el haber agotado entradas en el Teatro Lara de Madrid con tanto tiempo de antelación. Que es un animal escénico es algo que ya nos había dejado claro en el FIB, en la Sala Penélope o en el Nasti hace casi 10 años cuando tenía a 20 personas como público. El quién y el cuántos parecen darle siempre igual: su sólida voz es capaz de llenarlo todo y donde no puede llegar debido a esos pequeños infortunios que a veces sufre sobre el escenario, ese hueco lo rellena con una bonita sonrisa y con su envidiable saber estar, el mismo que falta a tantos artistas que no sabría ni por dónde empezar a enumerar.
Parece que en las giras de Patrick no cabe la posibilidad de un concierto igual a otro. Y no nos referimos sólo al repertorio cambiante, y por supuesto tampoco a que incorporara Madrid y el Prado a la letra de ‘This City’ al final de la noche, sino a que tan pronto como en mitad de la segunda canción del setlist, ‘House’, se dedicara a explicar y detallar que llegó a escribirla en castellano y a llamarla ‘Casita’, pero que le disuadieron de que la publicara, llegando a interrumpir después la propia canción para continuar con los detalles. Su discurso dura tanto como lo que lleva de tema pero, a pesar de las risas cómplices de los asistentes, Wolf se da cuenta enseguida de que ha podido fastidiar una de las canciones favoritas de mucha gente y se disculpa: «Lo siento, hoy es uno de esos días». Más risas.
La mayoría del concierto se desarrolla con solemnidad. Arropado con su piano, violín, nueva guitarra tenor y arpa, una violinista, un acordeonista y puntualmente, un clarinetista, presenta acertadas versiones de algunos de sus temas más celebrados, como ‘Time of My Life’, ‘Hard Times’ y ‘Oblivion’ (una de sus mejores actuaciones vocales), junto a una versión de uno de sus compositores favoritos ahora mismo, Nick Cave (‘Into My Arms’). A veces sus introducciones son divertidas: en ‘Hard Times’ se atreve incluso a bromear sobre su paso por la TV3, afirmando que le gustaría haber sido más bajito para salir más guapo en la tele y no parecer «muerto y gordo». Otras son emocionantes: antes de ‘Wind In The Wires’ explica que no quiere volver a estar mentalmente en el momento en que escribió esta canción, pero que la interpreta porque el público lo pide. Tanto es así que de hecho tiene que interrumpirla hacia el final porque no puede continuar por «razones emocionales, no musicales», antes de confesar al público que han sido unas horribles Navidades y de repetirse a sí mismo: «soy capaz de terminarla, soy capaz de hacerlo». Pero siempre logra el afecto del público.
Para muestra, ese momento en ‘The Libertine’ en que baja del escenario para cantar entre el patio de butacas… pero se aleja tanto que el micrófono se desconecta. ¿Bajón máximo en lo que parecía el momento cumbre de la noche? Para nada. Wolf se viene arriba, sigue cantando sin ampli y la gente enloquece para aplaudir más aún con las luces encendidas. ‘Paris’, dedicada a sus seguidores más antiguos, un animado y largo discurso a favor de los derechos homosexuales en el que menciona la situación en Rusia, y la apuesta segura ‘The Magic Position’ cierran el concierto oficialmente, antes del bis con ‘The City’ y uno segundo con ‘Souvenirs’. En este último instante, sólo con guitarra y violín, recuerda al Nick Drake del segundo disco por primera vez, y curiosamente, así también funciona. Da igual que se ría solo, que tome el pelo al público, que se equivoque o clave una canción técnicamente. Visto lo visto, está claro que convencerá siempre de cualquier forma. 8.