‘Intemperie’: emociones al raso

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‘Intemperie’: emociones al raso

Jesús Carrasco es el último gran descubrimiento de la literatura española. Un deslumbrante debut a los 40 años que recuerda a lo ocurrido en 2009 con David Monteagudo y su ‘Fin’ (Acantilado). De nuevo ha salido Cormac McCarthy como influencia (¿toda novela donde los personajes viajen andando y lo pasen mal va a ser comparada con ‘La carretera’?) y, en especial, el nombre de Delibes. La enorme riqueza de su prosa y el duro entorno rural donde se desarrolla la novela le emparenta sin duda con el escritor vallisoletano.

‘Intemperie’, que arrasó en la última Feria del Libro de Francfort y ya se ha traducido a trece idiomas, narra la huida de un niño por un paisaje desolado, azotado por la sequía, y su relación con un viejo cabrero que se encuentra por el camino. Una novela construida sobre arquetipos, personajes sin nombre –“el niño”, “el cabrero”, “el alguacil”-, situada en un lugar y un tiempo indeterminados. Un lugar que recuerda a la España rural del interior y un “tiempo antiguo”, como lo define el propio escritor, que se parece a la posguerra española.

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Carrasco emplea un vocabulario que destaca por su riqueza y sabor tradicional. La utilización de esta terminología desusada resulta muy evocadora, ayuda a contextualizar la novela y a dotarla de una especial significación. Pero también resulta algo cargante. En ocasiones, pocas, adquiere un excesivo protagonismo que acaba perjudicando a la fluidez del relato.

El aspecto más reseñable de ‘Intemperie’ es la extraordinaria habilidad del autor para convertir el paisaje en un personaje más. Un páramo inclemente, una “llanura infinita y árida”, que determina las acciones y relaciones de sus habitantes y condicionan su existencia. El sol resulta un enemigo tan implacable como los perseguidores del niño, y la búsqueda de agua y comida tan ardua y fatigosa como la propia huida.

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‘Intemperie’ es una novela cuyas palabras parecen masticadas por una boca llena de arena. Un “western mesetario”, alegórico y descarnado, donde la poesía emerge de las situaciones más crudas y violentas. Un relato sobre la dignidad humana con uno de esos finales bellos y conmovedores, que, como los gastados huesos del cabrero, se clavan para siempre en el recuerdo. 8,9.

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