A pesar de ser un habitual de Cannes (cinco de sus filmes se han visto allí) y tener una filmografía de catorce títulos, ‘En otro país’ es la primera película del coreano Hong Sang-soo que se estrena comercialmente en España. Y todo gracias a que está protagonizada por la actriz francesa Isabelle Huppert. (¡Qué es eso de estrenar películas con “chinos” que ni pegan tiros ni luchan con katanas ni se asustan de fantasmas con el pelo en la cara!).
Los actuales herederos de la nouvelle vague no son franceses, sino orientales. Ahí está Tsai Ming-liang (‘El sabor de la sandía’, ‘Goodbye, Dragon Inn’), Hou Hsiao-hsien (‘Millennium Mambo’, ‘El vuelo del globo rojo’) o el propio Hong Sang-soo para corroborarlo (el Jonás Trueba de ‘Los ilusos’, por ejemplo, bebe más de éste último que de la propia nouvelle vague). El referente más obvio del cineasta coreano es Eric Rohmer, aunque también habría que añadir nombres como el de Robert Bresson (y sus inspiradoras ‘Notas sobre el cinematógrafo’) o el de Woody Allen, con quien habitualmente se le compara (por temática y por lo prolífico de su obra).
Su penúltima película (la más reciente, ‘Nobody’s Daughter Haewon’, se vio en la Berlinale) es una auténtica delicia. Con su inconfundible estilo, constituido por largos planos reencuadrados por el uso del zoom y finalizados por barridos, Sang-soo construye una suerte de comedia estructuralista, un divertido juego narrativo compuesto por tres relatos costumbristas marcados por la crisis sentimental de su protagonista. Alrededor de varios personajes –una mujer francesa, un (memorable) socorrista, la dueña de un pequeño hotel en la costa- y elementos comunes –un faro, un paraguas, una tienda de campaña, una barbacoa- el director experimenta con la narración, la estira, la manosea y la retuerce de forma lúdica para reflexionar sobre el amor y sus tristezas.
‘En otro país’ es una comedia aparentemente sencilla de encuentros y desencuentros, de relaciones entre personas que no se entienden pero se comprenden porque comparten la misma sensación de soledad, el mismo desánimo. Como es habitual en el cine de Sang-soo, se habla mucho y se bebe aún más. Dos formas de disfrazar la tristeza de unos personajes atrapados en su propia deriva: caminan mucho, pero están perdidos y emocionalmente estancados. Como preguntan las tres mujeres protagonistas: “¿Dónde está el faro?”. 8’5.