Hay dos motivos por los que un actor hace un tour mundial para promocionar su nueva película: o bien le obligan los productores por contrato; o bien el propio actor es productor y, sabiendo que la crítica va a machacar el producto, se pega la paliza para recuperar su inversión. Así que hace unos meses, cuando en un pase especial organizado en Madrid, se nos presentó por «sorpresa» Brad Pitt para soltar un discurso de dos minutos antes de la proyección de ‘Guerra mundial Z’, ya imaginábamos que no íbamos a salir muy contentos de la sala. Y es que hay cosas que no se arreglan ni teniendo delante de tus narices a una de las estrellas más grandes e indiscutibles que ha parido Hollywood.
Hasta ese momento mucho se había hablado de los problemas que habían surgido durante el rodaje del filme basado en la famosa novela de Max Brooks. Al parecer, poco satisfechos con el resultado final, sus responsables volvieron a rodar varias escenas para salvar la adaptación del naufragio, lo que retrasó el estreno, en un principio programado para navidades de 2012, hasta el 20 de junio de este año. Aunque ha habido varios países, entre ellos España, que han tenido que esperar dos meses más para poder verla.
El caso es que ese miedo a que no hubiesen sabido trasladar el espíritu del libro a la pantalla (que como bien dice un compañero se prestaba más a una serie que a una película) ha resultado ser el menor de los problemas de ‘Guerra Mundial Z’. Un filme que a pesar de haber sido un éxito de recaudación (buen trabajo, Brad) podría ser estudiado en un futuro como el perfecto ejemplo de cómo no se debe contar nunca una historia. Y eso que el prólogo comienza muy arriba. Tanto que aceptas encantado el viaje en el vagón de esta montaña rusa. Pero tras la subida inicial llega la caída en picado. Y si después del primer grito de emoción todo es cuesta abajo, acabas bostezando.
Si al menos Marc Forster se hubiese puesto filosófico en plan ‘The Walking Dead’ y nos vendiera la moto de que ésta no es una película de zombis, sino de personajes, habría colado. No somos pocos los que comulgamos con esta corriente de dar trascendencia al espectáculo. Pero da la sensación de que después de ese prólogo en Nueva York no sabían cómo continuar el relato, por lo que se dedican a repetir unas cuantas veces la estructura de este primer bloque hasta que de repente, zas, lo solucionan todo de un plumazo.
Final precipitado y un Brad Pitt que no cambia el gesto pese a haberse enfrentado a infectados que parecen esqueletos reciclados del ‘Yo, Robot’ de Will Smith. Tampoco sentirse la Pataky en un remake de ‘Serpientes en el avión’ o asistir en primera persona a la confirmación de que los palestinos son unos salvajes que arruinan con sus canciones el buen hacer de los colonos le hacen torcer el morro. Y si Brad no sufre, ¿por qué deberíamos hacerlo nosotros? Más de lo que ya lo hacemos por el simple hecho de estar ahí sentados, me refiero. ¿Tú crees que te compensa? Pues no te compensa. No te compensa. 3