El caso de Okkervil River es curioso. Es una banda con hits para parar un tren y sin embargo no han llegado a un nivel de popularidad o de respeto de la crítica como para copar portadas. Estuvieron a punto de romper moldes allá por 2007, cuando lanzaron el demoledor ‘The Stage Names‘, pero les faltó un pequeño impulso para alcanzar lo más alto de las listas y coronarse como la banda del momento.
No obstante, su carrera ha mantenido la regularidad del que se sabe artesano, de estar en esto para ganarse las habichuelas. Precisamente el estilo de vida sobre el que cantaba Will Sheff, su líder, en ‘The Stage Names’ o en ‘The Stands-In‘, su continuación. Sin embargo, su octavo álbum de estudio (si incluimos ‘True Love Cast Out All Evil’, el disco que grabaron junto a Roky Erickson, líder del mítico grupo de los sesenta 13th Floor Elevators) se aleja de este imaginario y gira en torno a un pueblo, Meriden, en el estado de New Hampshire, y una fecha, 1986. Se trata del pueblo natal de Sheff y la última etapa de su niñez (nació en 1976), en la que poco a poco uno empieza a descubrir que hay cosas más allá del mundo que le rodea de forma inmediata.
Más que un álbum nostálgico en sí, se trata de una recreación. Al igual que ‘Super 8’, la película de J. J. Abrams, ‘The Silver Gymnasium’ quiere recuperar la niñez, no dedicarle una elegía. Y lo hace a través de la música que sonaba en aquel momento, la de gente como Bruce Springsteen o Mark Knopfler. ‘Walking Without Frankie’, sin ir más lejos, parece uno de esos oscuros temas que los Dire Straits escondían en mitad de un LP.
Pero la influencia del Boss es la principal, y es que Sheff ya nos tenía acostumbrados anteriormente a las largas parrafadas al estilo del de New Jersey. ‘Down Down the Deep River’ podría encajar perfectamente en ‘Born In the U.S.A.’, al igual que ‘All The Time Every Day’ o la juguetona ‘Stay Young’, a pesar de los poco springsteenianos sintes que la inundan. La pasión que Sheff pone a todos y cada uno de los temas (y que a veces llega a saturar, lo reconozco) también es digna de Springsteen.
Las letras buscan recrear esa niñez. Ya se trate de la pasión por descubrir todo («Tell me about the greatest show, or the greatest movie you know, or the greatest song that you taped from off the radio, play it again and again», dice en ‘Down Down the Deep River’) o de simples referencias a iconos de la época («Did your walkman stop?», pregunta en ‘Where the Spirit Left Us’), la cuestión es recuperar aquellos instantes que acabaron marcándole. Incluso en la web del grupo hay un videojuego de 8 bits en el que el protagonista es el propio Will Sheff de diez años, además de un mapa de la Meriden recreada por Sheff y dibujada por William Schaff, colaborador habitual de Okkervil River en la parte visual. El mapa abunda en el concepto del disco: se trata de un recorrido por la infancia del cantante, narrada por él mismo y con fotos de su archivo.
En la parte puramente musical, ‘The Silver Gymnasium’ continúa por la senda del rock americano, abundando más en su punto épico que en otras ocasiones. Hay una menor variedad que acaba lastrando el resultado final del conjunto. Sin embargo, Okkervil River sigue fabricando grandes temas, y aquí tampoco falta el puñado de indiscutibles (echen un vistazo a unos renglones más abajo), que engordan el ya amplio repertorio de una banda que se merece mucho más de lo que el destino parece haberle deparado.
Calificación: 7,5/10
Lo mejor: ‘It Was My Season’, ‘Down Down the Deep River’, ‘Stay Young’
Te gustará si te gustan: Rilo Kiley, Beachwood Sparks, Arcade Fire, Bruce Springsteen