Arcade Fire / Reflektor

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Arcade Fire / Reflektor

arcade-reflektorQue me aspen si 2013 no pasa a la historia como el año de los discos raros, casi «cheesy», de los que no sabes muy bien qué pensar ni después de 54 escuchas. Antes, los álbumes de música pop del año eran cosas como ‘OK Computer’, ‘Is This It?‘, ‘Dummy’… ¿Qué alma tan insensible no se emociona todavía cuando Michael Stipe canta «Preparado para enterrar a tu padre y a tu madre» en ‘Automatic for the People‘? Y no hace falta irse a las décadas remotas de Beach Boys o Love para «vibrar». Hace nada The xx o Beach House conquistaban a todo el mundo que les diera una oportunidad. Pero 2013 no dejará un ganador tan claro al no haber querido apoyar Papá Pitchfork especialmente a James Blake. Como si, huyendo de tendencias y modas después de que la moda fuera aglutinar todo, lo importante fuera descolocar aunque sea para mal, discos como ‘Random Access Memories‘, ‘Yeezus‘ o ‘Shaking the Habitual‘ continúan teniendo momentos de verdadera vergüenza ajena como cuando salieron, pero son los que han logrado dotarse de personalidad en un mundo en el que se publican decenas de miles de discos, en el que existen millones de Bandcamps de sonidos mil veces vistos. Así, rallando, han logrado diferenciarse. Ser «interesantes» o «dignos de debate». ¿Un ser humano realmente podría asegurar que ‘Giorgio Moroder’ es su canción favorita de la historia? ¿Veremos ‘A Tooth for an Eye’ versionada por la Amy Winehouse de 2026? ¿Recordará alguien que no sea hardcore fan de Kanye West algo como ‘I Am A God’ dentro de 20 años? Probablemente no, pero todas ellas son absolutamente imposibles de confundir con otras cosas y representan el momento en el que nos encontramos.

El disco de Arcade Fire no es tan radical, pero tampoco es el ejercicio de música disco desarrollado junto a James Murphy de LCD Soundsystem que habríamos esperado después de un single tan bueno como ‘Reflektor’, probablemente mi favorito del grupo y no gracias al coro de David Bowie. La posibilidad de un ‘The Suburbs 2′ tras el éxito y el Grammy de aquel tercer disco ya ni cabe. Que Arcade Fire ha querido desconcertar, jugar con la realidad, lo prueba un paseo por la Fnac un día antes de la salida del álbum. En la sección de novedades destacadas encontramos, por un precio tipo álbum, un vinilo en cuya portada leemos «The Reflektors». Para cualquier persona mínimamente enganchada a la red, será el nuevo disco de Arcade Fire, pero en realidad no lo es: es el maxi del sencillo principal. ¿Que alguien se lo compra porque dice contener 13 canciones cuando en realidad contiene una? ¡Ah, se siente! «It’s a Reflektor!», casi oímos cantar a Win y Régine.

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El desconcierto y la confusión generalizados han llegado a la prensa generalista. El Mundo ha titulado, en una machada tamaño Matt Hughes (hay una canción llamada, bastante gratuitamente, ‘Porno’) que Arcade Fire se han pasado al reggaeton. Ojalá. Pero este disco tampoco es eso. En realidad su problema -porque lo tiene- es que no acaba de centrarse en sus radicalidades, sino que, indeciso, coquetea un poco con esto y con aquello, sin renunciar a las guitarras eléctricas ni a las cuerdas ni a los vientos ni a los temas sobre la vida y la muerte marca de la casa, pero ofreciendo un producto que por momentos no se sabe si es deliberadamente kitsch. Sucede en el fraseo en francés de Régine en el single ‘Reflektor’, en sus coros en ‘Joan of Arc’ (casi como de girl group), en los aires tropicales de la brevísima ‘Flashbulb Eyes’, en el parecido de la melodía de ‘Supersymmetry’ con ‘Girls Just Wanna Have Fun’ (canción que han versionado con la mismísima Cyndi Lauper sobre el escenario), en la electrónica ‘Porno’ de ritmo Timbaland y fondo Depeche Mode o en el bajo de ‘We Exist’, muy vinculable a la era ‘Thriller’ de Michael Jackson o ‘Material Girl’ de Madonna (quien realmente hizo un homenaje enseguida a ‘Billie Jean’)… pero también al ‘Black Is Black’ de Los Bravos, número 1 en su momento en Canadá. Todo ello hasta ahora imposible de asociar a Arcade Fire.

Inspirado en un viaje a Jamaica, en la búsqueda de sus raíces en Haití, y escrito y grabado en un castillo abandonado junto a Markus Dravs (Coldplay, Mumford & Sons, Björk), toma la tradición de la música de este último país (llamada, como de broma, «rara») para construir sobre todo una primera mitad desconcertante, en la que los ritmos de disco triste se encuentran con otros abiertamente playeros como ‘Here Comes The Night Time’, todos ellos posiblemente influidos por la presencia de James Murphy, con el que llevaban seis años buscando el momento para colaborar. Pero como el injustamente ignorado último álbum de Yeah Yeah Yeahs, en el que también colaboraba el cabecilla de DFA, no renuncia al rock’n roll. Es el caso, sobre todo, de la feroz ‘Normal Person’ o de la machacona ‘You Already Know’, quizá favoritas de sus viejos fans.

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Sin embargo, la razón que hace a ‘Reflektor’ un álbum tan interesante no es tanto ese grupo de canciones como el deseo de mirar hacia adelante de esta banda inquieta, que casi nunca se ha conformado con repetir los éxitos de su histriónico ‘Funeral‘ y ahora además da un paso más. Si ya ‘The Suburbs’ era un excelente ejercicio de contención de sus conocidos excesos, este disco les vuelve a mostrar como estupendos arreglistas. Por mucha grima que pueda darte la idea de ver a Arcade Fire rodeados de bolas de espejos, aunque estas sean en blanco y negro, es imposible permanecer frío ante la sutil gravedad del final del single principal o ante los pianos, vientos y cuerdas de ‘We Exist’. En ese sentido, una de las canciones mejor desarrolladas es -paradójicamente- ‘Awful Sound (Oh Eurydice)’. De alguna manera es la canción central del álbum, pues este se basa en el tan socorrido mito de Orfeo y Eurídice y de esa idea proceden el préstamo de Rodin de la portada o el gigante lyric video del álbum con la película ‘Orfeo negro’ de fondo, ya retirado de Youtube (recordad que Arcade Fire son malas personas). Los teclados tan evocadores, el protagonismo puntual de la batería y su referencia al single de presentación del disco y al título del álbum («We know there’s a price to pay / For love in the reflective age / I met you up upon a stage / Our love in a reflective age») la convierten en una pieza fundamental en el tracklist y en la carrera de la banda: es de lo más hermoso que han grabado. Su inmediata respuesta, ‘It’s Never Over (Hey Orpheus)’, sobre la duración del dolor, está llena de teatralidad y está perfectamente a su altura.

En verdad, a pesar de que algunas composiciones siembran bastantes dudas (y no me refiero sólo a los «hidden tracks» e interludio, sino a que cuesta escoger favoritas a la altura de sus hits, más allá del single) y de que las letras, a veces algo vagas, no alcanzan sus pretensiones (también citan un ensayo de Søren Kierkegaard llamado ‘The Present Age’), pareciendo más bien adolescentes en su acercamiento a temas como la identidad, las nuevas tecnologías, la función de la música o el más allá; es significativo que en el disco, doble, y de casi una hora y media de duración, no eches de menos que el segundo single aparezca antes. El correcto y funk ‘Afterlife’, que contiene una de las mejores frases del álbum en su sencillez y falta de pretensiones («Afterlife, oh my God, what an awful word») es lo penúltimo que escuchamos antes del final imperfecto de ‘Supersymmetry’, que parece hacer referencia al modo en que se abre el disco.

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Dice Win Butler que no han querido hacer un disco de música jamaicana ni haitiana sino que más bien se han sentido como el Bob Marley que por primera vez escuchó a Curtis Mayfield. Y probablemente no puede describirse mejor. A menudo ‘Reflektor’ deja cierta sensación de pastiche y el chiste de que el disco en algunos de sus puntos es un reflejo de la verdadera obra maestra que podría haber sido es inevitable. Sin embargo, sí muestra a una banda adulta que está sabiendo llegar mucho más lejos de la frescura o la suerte de unos inicios, una banda que sabe casi tan bien lo que se hace como los U2 alrededor de ‘Achtung Baby’.

Calificación: 8,2/10
Lo mejor: ‘Reflektor’, ‘Awful Sound (Oh Eurydice)’, ‘Afterlife’
Te gustará si te gustan: Vampire Weekend, LCD Soundsystem, David Bowie, Arcade Fire
Escúchalo: en Deezer

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