A fuerza de repetirlo se ha convertido por derecho propio en una frase 0,60 digna de aparecer en la famosa canción de Ojete Calor. Y es que cada vez que se estrenaba una nueva temporada de ‘The Walking Dead’ no había listillo que no augurara su inminente muerte creativa con sentencias como «No ha pasado nada nuevo», «¿Quién quiere ver una serie de zombies en la que no salen zombies?» o «Nos quieren vender que lo importante son los personajes y en realidad nos están vendiendo un coñazo». Sobre gustos ya se sabe.

El caso es que lejos de cumplir esos deseos de los agoreros, la serie no solo ha seguido ganando audiencia año tras año, sino que en su quinta temporada, momento crítico para la mayoría de las ficciones que llegan hasta aquí agotadas de ideas y ganas, sus responsables se han permitido el lujo de emitir uno de los mejores capítulos, por no decir quizás el mejor, de su historia: ‘No Sanctuary’.

Por si no fuera suficiente proeza, encima lo hacen metiendo en una hora todo aquello que nos engancha (manadas de caminantes, muertes truculentas, reencuentros emotivos, miradas que no necesitan diálogos, acción, un sugerente flashback, un regreso inesperado…). Todo sin que les haya quedado el típico batiburrillo indigesto del que cree que por juntar todos los ingredientes buenos en un plato va a conseguir una estrella Michelin y se queda en primero de menú de grasabar de barrio. Que podría haber pasado, pero no, aquí de nuevo todo encaja a la perfección presentando entre medias, además, un par de arcos argumentales que se desarrollan en líneas temporales distintas y que prometen dejarnos pegados al sillón durante las próximas semanas.

Si te has comido las uñas de la tensión en la «carnicería» de la primera escena; si casi se te escapa una lágrima con los abrazos en esa cabaña o si has aplaudido cual hooligan con todo lo que ocurre tras la explosión, sabes de qué estamos hablando cuando te decimos que Rick y compañía puede que no hayan encontrado su santuario, pero nosotros en ellos sí tenemos el nuestro para superar el bajón de los lunes, que no es poco. Ojalá no nos fallen. 9.