‘Magia a la luz de la luna’: Woody Allen sigue de turismo

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‘Magia a la luz de la luna’: Woody Allen sigue de turismo

magia-a-la-luz-de-la-lunaLa última película de Woody Allen es más ligera que el hilo de los vestidos que lleva el personaje de Emma Stone (diseñados, de nuevo, por Sonia Grande). Un divertimento que se olvida con más rapidez de lo que tarda el mago protagonista (un correcto Colin Firth) en desaparecer y aparecer de nuevo. Aunque es cierto que cualquier comedia romántica dirigida por Allen tiene más ingenio y encanto que el noventa por ciento de las que se estrenan al año, ‘Magia a la luz de la luna’ sabe a poco.

La ambientación (la Costa Azul durante los felices años veinte), exquisita. La música (jazz, charleston), fabulosa. Los actores (también aparecen Erica Leerhsen, Hamish Linklater o la veterana Eileen Atkins), impecables. El guión (el típico romance entre dos polos opuestos), eficaz. ¿Qué le falta a la película? La «magia» del título. ‘Magia a la luz de la luna’ es como el personaje del mago Stanley –racional, comedido, descreído-, cuando debería ser como la médium Sophie: luminosa, perspicaz, divertida. Allen exhibe sus trucos de experimentado ilusionista con la desgana del que lleva demasiadas funciones a sus espaldas: de manera funcional, sin gracia ni misterio.

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Aun así, sigue siendo un mago excelente. Sobre todo un mago de la palabra. Las secuencias entre Colin Firth y Eileen Atkins, que interpreta a su tía, son un ejemplo de la capacidad del director neoyorquino para escribir diálogos ingeniosos llenos de réplicas chispeantes y segundas (y terceras) intenciones. También demuestra su enorme talento para superar desafíos narrativos. La manera en que resuelve situaciones como [SPOILER] el desenmascaramiento de la médium o la declaración de amor del final [FIN DEL SPOILER] son de una elegancia al alcance de muy pocos.

Pero, como digo, sabe a poco. Da la impresión de que Allen hace tiempo que ha dejado de buscar, de interrogarse sobre el cine y sobre sí mismo. Su falta de energía creativa es aquí muy evidente, mucho más que en ‘Blue Jasmine‘ o ‘Midnight in Paris‘. Desgraciadamente, el estreno de sus películas ha dejado de ser un acontecimiento cinematográfico para convertirse en una manera –una buena manera, ojo- de echar la tarde. 6,5.

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