¿Serán los misteriosos e inescrutables caminos de la distribución, o será el frío, que invita a refugiarse en un cine y dejar que te cuenten relatos tristones de terror góticos? Sea como fuere, que en una misma semana se estrenen dos películas de terror independientes es más raro que una ceremonia de los Oscar sin Meryl Streep entre las nominadas. Es insólito, pero a veces ocurre.
‘Babadook’, el monstruo interior
El día que la actriz Jennifer Kent vio ‘Bailar en la oscuridad’ (2000) su vida cambió para siempre. Abandonó su profesión y decidió largarse en busca de Lars von Trier. El director danés la incluyó como ayudante en el rodaje de ‘Dogville’ (2003). Diez años después Kent debuta como directora con un relato de terror muy personal.
Terrores infantiles, dolorosas pérdidas sentimentales y conflictos maternales. Sobre estos tres ejes argumentales construye la directora su película, un cuento de terror psicológico que bebe tanto de Polanski (‘La semilla del diablo’, ‘Repulsión’) como de las películas mudas del expresionismo alemán (monstruo caligariano incluido).
A pesar de un tramo final algo decepcionante, ‘Babadook’ es una muy estimulante muestra de terror, de turbadora atmósfera, que se mueve con gran habilidad entre lo psicológico y lo sobrenatural, entre las amenazas exteriores y los miedos interiores. ¿Monstruos del más allá o inconsciente revelado? Baba… ¡Dook! ¡Dook! 7.
‘Somos lo que somos’, lo bello y lo siniestro
El remake de ‘Somos lo que hay’ (2010) se puede ver más como una elegante y atmosférica reinterpretación de la película mexicana dirigida por Jorge Michel Grau que como la típica versión adaptada a los (supuestos) gustos del público estadounidense.
La película del prometedor dúo formado por el director Jim Mickle y el guionista Nick Damici (‘Stake Land’, ‘Frío en julio’) empieza como un cuadro de Hammershøi y acaba como una cinta de gore metafórico. Camina desde la belleza lánguida y melancólica de una lluviosa América rural hasta la oscuridad ominosa y atávica que se esconde en los sótanos de sus bucólicas granjas.
El trayecto entre el drama rural y el cuento gótico (sureño), y entre el cuento gótico y la fábula grotesca, está lleno de baches e incómodos peajes narrativos, pero el viaje se disfruta gracias a la sobria conducción de su director y a los sugerentes paisajes físicos y emocionales que atraviesa. 6,9.