Si no la levantas, si te quedaste con ganas de más después de ver ‘Los Vengadores’, la tres de ‘Iron Man’, las dos de ‘Capitán América’ (el año que viene la tercera), las dos de ‘Thor‘ y ‘El increíble Hulk’, por citar las más recientes protagonizadas por el dream team de la Marvel, entonces esta última te encantará. Seguro. La fórmula es la misma: abrumadoras, hiperbólicas y cacharreras secuencias de acción, chistes verbales protagonizados por Tony Stark, guiños para iniciados y mucha retórica apocalíptica post 11-S.
Quien esto escribe, que disfrutó con la primera de ‘Los vengadores’ -y hasta con el ‘Thor’ de Kenneth Branagh-, empieza a estar más harto de ellos que la «madre de Baltimore» lo está de su hijo. ‘Vengadores: La era de Ultrón’ es más reiterativa y rutinaria que un despertador. El director Joss Whedon vuelve a aplicar la fórmula que tan bien le ha ido hasta ahora, pero lo hace de manera tan milimétrica y rigurosa que no deja espacio para la sorpresa o lo inesperado.
A fuerza de repetirse durante dos horas y media, los hallazgos narrativos y estilísticos se acaban desgastando: Stark pasa de gracioso a graciosillo, Bruce Banner de atormentado a plasta, las secuencias de acción de espectaculares a intercambiables, personajes que no pintaban nada -como Ojo de Halcón- resultan risibles, los discursos graves terminan pareciendo grandilocuentes, y el imaginativo plano secuencia que en ‘Los vengadores’ unificaba al grupo en medio de la batalla, aquí se vuelve un recurso funcional y reiterativo.
De todas formas, esta secuela todavía tiene suficientes puntos de interés como para despacharla así, con gesto de crítico altivo. Ultrón, a diferencia de Loki, sí da la talla: es un supervillano lo suficientemente malvado, carismático y enfadica como para resultar una verdadera amenaza-para-la-humanidad. Las apariciones de los hermanos Maximoff (Quicksilver y Bruja Escarlata) y, en especial, de Visión, están muy bien integradas en la trama y su presencia resulta hasta emocionante. Y, para acabar, el poderoso y apabullante clímax final, capaz de levantarnos dos palmos de la butaca, nos recuerda una de las razones por las que nos gusta ir a ver blockbusters a una buena sala de cine: existen pocos generadores de estímulos audiovisuales tan sofisticados y potentes como éstos. 6,5.