La canción en la que Torres revelaba que era hija adoptada era una de las más descarnadas y por tanto una de las joyas perdidas de su infravalorado álbum de debut. La temática de aquella ‘Moon & Back’ continúa en este disco en temas como ‘The Exchange’, hasta el punto de que la artista, cuyo verdadero nombre es Mackenzie Scott, ha tenido que aclarar en entrevistas como la de The 405 que no está traumatizada ni nada parecido. Simplemente tiene algunos huecos que rellenar. «Nunca me he sentido fuera de lugar con mi familia, pero definitivamente hay problemas latentes y subconscientes en los que tengo que trabajar conmigo misma y con mi «loquero». Pero no me afectó de manera tremenda, a menos que yo sepa, ser adoptada. Es más que tengo algunas preguntas sobre mi genética, mis antepasados y cosas así. Hay asuntos psicológicos que en cierto momento de la vida le surgen a una persona adoptada».
Torres está en ese «momento de la vida de» tener 24 años recién cumplidos («soy una mujer cansada / en enero cumpliré 23», osa decir en ‘New Skin’, un tema compuesto hace un par de temporadas), pero sus inquietudes, como veis, no son las mismas que encontramos en un disco de gente de más o menos su edad como Taylor Swift, Miley Cyrus o Ed Sheeran. Aparte de sus orígenes, su educación religiosa ocupa buena parte de las letras, principalmente para ser tan crítica como sugieren el corte titular («Pastor lost his position. Went down for pornography») y ‘The Harshest Light’, sobre un sacerdote pervertido. También le sirven para preguntarse por sí misma y su verdadera identidad, recordando y mucho a la imaginería de Sinéad O’Connor.
La pena es que tan interesantes cuestiones en una persona de su edad aparezcan vulgarizadas por un estilo rockero ya algo manido. En sus singles de adelanto hemos visto a una Torres más furiosa (como sucede a tantos artistas folkies cuando se lanzan a las carreteras, le ha cogido el gusto a las eléctricas), recurriendo descaradamente a parte del equipo de PJ Harvey en ‘Dry’ (el productor y baterista Rob Ellis y el bajista Ian Ollivers) y a Adrian Utley de Portishead, conformando un background excelente pero que le resta bastante personalidad a su propuesta. Para colmo, cuando ofrece algo nuevo es para aproximarse demasiado al universo St Vincent, como sucede en ‘Cowboy Guilt’.
En lugar de en esos guitarrazos, mucho menos imaginativos que los recursos de la última EMA, Torres triunfa cuando los punteos sugieren diferentes texturas (el final del tema titular) o cuando recupera su lado más intimista alternado con guiños mínimamente electrónicos (‘The Harshest Light’).
Calificación: 6,5/10
Lo mejor: ‘Sprinter’, ‘The Harshest Light’
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Escúchalo: NPR