Un festival como el Primavera Sound acaba siendo una especie de Iron Man indie; una carrera de obstáculos en la que no sabes muy bien qué va a ocurrir. Sobre el papel te puedes crear unas rutas maravillosas en las que piensas ver a quince grupos por jornada, entrar a las cuatro de la tarde y no salir a las cinco de la mañana y encima ver a todos tus amigos. Pero la realidad es tozuda y te acaba boicoteando los planes a base de cansancio, cambios de idea, pereza y otras lides humanas. Así, mi idea para el viernes era ver a The Pastels en el Hidden Stage, pero por la hora en que empezaban a repartir los tickets de reserva, no pudo ser.
Las renuncias también son inevitables en el PS. Joden la vida, pero es tan simple como que un grupo que te interesa muchísimo coincide con algo que te gusta aún más. Es el caso de The New Pornographers vs Patti Smith interpretando ‘Horses’. Voy a ver la primera canción de los de Vancouver, pero salgo corriendo de allí porque he de conseguir un sitio bueno para un concierto que se augura mítico. El sol y la humedad castigan, pero Patti sale de negro y con chaqueta, luciendo su estampa clásica; alta, flaca, con sus greñas blancas. Mira al público, se palmea el corazón y comienza ‘Gloria’; el concierto va a seguir el orden estricto de ‘Horses’. En el inicio de ‘Gloria’, en ‘Redondo Beach’ y ‘Kimberly’, los teclados y la batería se sincopan, dando cierta sensación de pachanga. Estos son los dos únicos aspectos negativos que se me ocurren de la actuación. Porque ‘Horses’ es un disco legendario en mi familia y le tengo un apego demasiado profundo como para no pasarme todo el concierto al borde de las lágrimas; porque Patti está en un estado de forma tan excepcional, canta tan bien, es tan poderosa, que es imposible no conmoverse. Así, la emoción me sube hasta la boca del estómago cuando Patti grita ‘G-L-O-R-I-A’. Recita un ‘Birland’ tan intenso, con tanta convicción que estremece. ‘Breaking Up’ es tan fuerte que pasa por encima de unos coros justitos. Me enajeno cuando grita «Horses, horses, horses!» en ‘Land’, en la que vuelve a enlazar el final de ‘Gloria’ ante el éxtasis del público. Ella sonríe, feliz, al ver nuestra respuesta. Nos explica que escribió ‘Elegy’ en memoria de Jimi Hendrix pero que, tras cuatro décadas, es para toda la gente a la que hemos amado y hemos perdido. Y recita los nombres de sus amigos desaparecidos: los Ramones, Johnny Thunders, Lou Reed, su marido Fred ‘Sonic’ Smith… Pero la melancolía la aparca rápido, cuando empieza a recitar con fiereza ‘Babelogue’: «I haven’t fucked much with the past but I’ve fucked plenty with the future» y rompe con ‘Rock N Roll Nigger’, arrolladora. Se pelea con la guitarra, rompe una cuerda, nos grita «this is for you», nos exhorta a ser libres y felices y deja al público encendido. Un concierto casi tan grande como la leyenda del disco.
En cuanto acaba Patti, opto por Perfume Genius, aunque eso implique no ver su concierto entero, puesto que he de regresar de nuevo al escenario Heineken para Sleater-Kinney. Pero es que le tengo tantas ganas que doy por bueno sacrificar a Damien Rice aunque solo sea por medio recital. Y esa media hora que paso en el Pitchfork me da la razón. Hasta el público casual y los que no lo conocían de nada caen rendidos a los pies de Mike Hadreas, a sus piruetas vocales, a su estampa juncal y sexy, a sus movimientos sinuosos. Las dos primeras canciones, ‘My Body’ y ‘Longpig’ suenan amenazadoras y oscuras. Y aunque a partir de ‘Fool’ el set se relaja un poco y Mike muestra su lado más pop, la sensación de turbiedad agazapada no desaparece. Con todo el dolor de mi corazón lo abandono para llegar a Sleater-Kinney. Qué ganas tengo de verle en sala.
Sleater-Kinney era mi concierto del día. En negrita, resaltado y subrayado. Son el mejor grupo de rock del mundo ahora mismo y yo quiero disfrutarlo. Además, presentan ‘No Cities To Love’, indudablemente, uno de los discos del año, pese a que al final el álbum ganador de la noche es ‘The Woods’; hasta seis temas caen frente a los cinco de ‘No Cities…’. Vestidas como para una merienda formal, con el ocasional acompañamiento de una cuarta chica, Sleater-Kinney patean culos y machacan; con garra pero con elegancia. Como The Replacements la noche anterior, ellas no van de charlatanas ni simpáticas, sino que te arrean con su repertorio sin dejarte ni espacio para tomar aliento, desde que abren con ‘Price Tag’. Corin flemática, Carrie dando el contrapunto saltando y agitándose, Janet aporreando la batería con precisión letal. Y nosotros gozándolo. No las paran ni los problemas que tiene al principio Carrie con la guitarra. Las canciones de ‘The woods’ son las más celebradas, especialmente un ‘The Fox’ indomable, aunque yo lo doy todo con ‘Bury Your Friends’, ‘No Cities To Love’ y mi preferida, ‘One Beat’. La traca final es bestial: ‘Dig Me Out’, ‘Entertain’ y ‘Modern Girl’. Carrie acaba tirada en el suelo, mientras nosotros cantamos «My baby lovees meee, I’m so happyyyy». Yo sí que soy feliz por tenerlas aquí. Son las mejores.
Llego al ATP bastante justa (casi diez minutos tarde, vamos), para comprobar que Run the Jewels la están liando pardísima no, lo siguiente, en el ATP. Acabo rodeada de post adolescentes británicos poseídos; debe de ser el concierto con la media de edad más baja de todos a los que he asistido en el festival, dudo que haya nadie en mis cercanías que supere los veintitrés años. Y todos botando como si les fuera la vida en ello, como sucubos hechizados por los demonios mayores El-P y Killer Mike, que es igual de mortífero incluso llevando el brazo en cabestrillo. En estado de gracia, con un volumen atronador, generan una comunión con el público que no había visto en tiempo; los chavales de mi alrededor rapean hasta la última coma mientras se agitan en un desenfreno casi ritual. Me voy a casa con la espalda destrozada y los brazos llenos de morados, pero contenta como una mala cosa.
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Foto: Dani Canto, Primavera Sound.