Si te gusta el pop de guitarras al estilo de los Smiths y también el pop francés, sigue leyendo: aún no has oído (seguramente) una de las mejores canciones del año, titulada ‘Avenue des armées‘, y que inaugura el segundo disco de este grupo de Marsella: arpegios a lo Johnny Marr, rasgueos de puro jangle, gélido sintetizador y la voz de Romain Guerret cantando una melodía hermosa y melancólica. Casi cinco minutos de puro placer, en los que Aline proyectan la historia de un desamor en el escenario urbano que lo vio ocurrir: el sol pálido, el cielo coral y los humos sucios de la Avenida del Ejército de una ciudad anónima. Y todo ello, además, producido por nada menos que Stephen Street (The Smiths, Blur, Morrissey…).
Es el comienzo perfecto para un disco que no decepciona tras tan espectacular arranque, segunda entrega de una carrera que estos franceses comenzaron en 2012 con ‘Regarde Le Ciel’. Un álbum en el que ya se entreveían algunas de las Mozzer-filias que en este ‘La vie électrique’ se hacen más evidentes, algo no muy difícil teniendo en cuenta la elección de productor (un sueño cumplido cuando tras mandarle un enlace de Soundcloud para probar suerte Street les dijo «sí»). Filias que en un par de momentos sonoros parecen casi tornarse copias, como cuando en el paso de estrofa a estribillo de ‘Chaque jour qui passe’ el bajo hace básicamente lo mismo que el propio Stephen Street hacía en ‘Suedehead’ de Morrissey.
Sin embargo, Aline aportan mucho más de interesante: los puntuales devaneos cercanos a los Smiths o los Shop Assistants (otra de sus influencias declaradas) casi siempre adquieren una personalidad más continental, menos británica, y el disco se abre a muchos otros palos: por ejemplo, el tema que da título al disco (adelanto que ya nos alegró los oídos en junio) es una redondísima pieza de electro-pop con pianos house y guitarras a lo Indochine. ‘Plus noir encore’ o ‘Les résonances cachées’ transcurren por ritmos dub pero con fuerte presencia de pads de sintetizadores muy melódicos que reviven las atmósferas vaporosas de Mylène Farmer en buena combinación con guitarras ochenteras y recitados a lo Daniel Darc. Interesante cómo Stephen Street, que no es nada amigo de los sintetizadores, los respeta en todo el disco como elemento esencial del grupo, pero a la vez consigue resaltar las guitarras y, en general, aportar esa naturalidad y lustre que tan bien se le dan. En canciones como ‘Tristesse de la balance’ -algo así como a qué sonarían Phoenix si cantasen en su lengua materna- lo borda especialmente.
Las resonancias ochenteras obviamente están presentes hasta el final, con mención especial para ‘Une vie’ (brillante melodía y riffs a lo Madness) y la ultra Etienne Daho ‘Les mains vides’ (absolutamente preciosa). Curiosamente el mayor (y discutible) tropiezo ocurre precisamente en la última canción, una excelente recreación de punk-pop entre los Buzzcocks y Plastic Bertrand con letra irónica, que sin embargo desentona bastante con el resto del disco, aunque no se puede negar que tiene potencial incluso para convertirse en un éxito. El “hidden track” (muy noventero en su concepto) de ‘Mon dieu mes amis’ arregla en parte ese anticlímax, reencauzándolo hacia los paisajes sonoros que dominan ‘La vie électrique’, un disco lleno de melodías memorables y muy buen pop.
Calificación: 7/10
Lo mejor: ‘Avenue des armées’, ‘La vie électrique’, ‘Les mains vides’.
Te gustará si: te gustan el pop de guitarras de los 80 y el pop francés de los últimos 35 años.
Escúchalo: Spotify