Antes de la gran ‘Vis a vis‘, Antena 3 dio una pequeña sorpresa con otra serie de intriga, ‘Bajo sospecha’. Tras el éxito de la primera temporada, este martes se ha estrenado la segunda. Se prometía un giro radical desde las webs de tele, con los creadores asegurando que habían mejorado los «pequeños fallos» de la primera.
Principalmente, se habían ventilado por las buenas el personaje de Blanca Romero -¡después de aquel final de temporada!- reconociendo que se habían equivocado con él. Como si en este mundo de Netflix, Yomvi, Filmin, etcétera, y después del éxito de la mencionada serie carcelaria, se hubieran dado cuenta de que se podía hacer un thriller prescindiendo -o casi- de la trama romántica y personal de comisario, detectives, etc. Algunos de los enredos se les iban ciertamente de las manos, y no sólo la tensión sexual entre el personaje de Yon González y el de Romero sino el parentesco de Yon con Lluís Homar lo cierto es que carecían -y carecen- totalmente de interés.
Bien. El problema es que la pobre Blanca no tenía la culpa de todo, y para muestra que en esta segunda temporada simplemente hayan cambiado el romanticismo parejil por la lucha de sables entre el policía que interpreta González y un homólogo francés (Hugo Becker), que convierte gran parte de ‘Bajo sospecha’ en una guerra contra el país vecino en la que sólo ha faltado el grito «¡los gabachos, que nos tiráis las fresas en la carretera!». Chistes de otra época (el personaje de Vidal) y conversaciones de besugos en las que nos explican hasta tres veces qué es una vasectomía han sido protagonistas de este inicio de la segunda temporada que ahora se desarrolla no dentro de un núcleo familiar sino dentro de un hospital, donde una trabajadora desaparece y otra es asesinada.
Los guionistas se las han arreglado para engancharnos tirando de cliffhanger hacia el final -al fin y al cabo seguimos sin demasiadas series españolas de este tipo- pero ‘Bajo sospecha’ sigue sin sacarse brillo del todo. El emplazamiento en un centro hospitalario es ridículo. La filtración de Yon como enfermero a la primera de cambio es un insulto para la profesión. Ver a todos los demás médicos y enfermeros pasearse por el hospital sin dar ni un palo al agua recuerda poco a un thriller y mucho a telefilms de tercera fila. No querría yo ser un paciente de ese hospital dirigido por Concha Velasco como haciendo de Esperanza Aguirre, en el que nadie opera y no se atiende ni el corte de un dedo. El único que ha hecho algo ha sido Yon González y ha sido poner un enema. Así está el nivel. 5.