Existe un lugar común dentro de la cinefilia que dice que Charlie Kaufman era el verdadero genio que se encontraba detrás de las primeras películas de Spike Jonze (‘Cómo ser John Malkovich’, ‘Adaptation’) y Michel Gondry (‘Human Nature’, ‘¡Olvídate de mí!’), y que éstos no han vuelto a ser los mismos desde que se pusieron a escribir sus propios guiones. Basta revisar las fabulosas ‘Donde viven los monstruos‘, ‘Her‘ o ‘La ciencia del sueño’, y ver el irregular debut como director de Kaufman, ‘Synecdoche, New York’ (que pedía a gritos un director con más talento para traducir a imágenes la ambición narrativa de su guión), para darse cuenta de lo injusto de esta afirmación. De hecho, el guión más aplaudido de Kaufman, ‘¡Olvídate de mí!’, también es obra de Gondry (y recibió el Oscar por ello).
Después de ver ‘Anomalisa’, quizá habría que darle la vuelta a ese argumento y decir que los guiones de Kaufman lucían mucho más cuando los rodaban Jonze y Gondry. Su nueva película como director, filmada junto al animador Duke Jonson (conocido por la serie ‘Mary Shelley’s Frankenhole’), no destaca precisamente por su libreto. Muchas de sus soluciones narrativas, aunque sigan resultando eficaces, recuerdan demasiado a los hallazgos más celebrados de otros guiones suyos, en especial el de ‘Cómo ser John Malkovich’: la surrealista oficina del gerente del hotel, la uniformidad de rostros y voces (asociado al síndrome de Frégoli), el humor absurdo, la angustia kafkiana… Además, como alegoría de la monotonía y el vacío existencial, el alcance de ‘Anomalisa’ es bastante limitado.
En ese sentido, y aunque parezca paradójico viniendo de quien viene, ‘Anomalisa’ destaca más por la manera en que está contada que por lo que cuenta. El extraordinario uso de la técnica de animación stop-motion les sirve a los directores para dotar a esta historia sobre un hombre deprimido (un «motivador» profesional incapaz de encontrar algo o a alguien que le motive y le rescate de la monotonía en la que habita) de una gran singularidad y una enorme profundidad estética y dramática. Las marionetas, sus rostros y sus movimientos antinaturales, consiguen transmitir una mezcla de extrañeza y ternura, a medio camino entre el realismo y el surrealismo, que culmina en una secuencia de sexo realmente memorable (y que difícilmente se podría ver con actores reales). Ese contraste entre la representación animada y el naturalismo de la narración transportan la película casi al terreno del subconsciente, como si todo lo que vemos fuera a través de la neurótica mente del protagonista.
‘Anomalisa’ es una notable anomalía dentro del cine de animación, una propuesta insólita y arriesgada para un largometraje con vocación comercial, no solo festivalera (este tipo de cine se suele ver más en formato corto), que tiene la mala suerte de competir en los Oscar con una de las mejores películas del año pasado, ‘Del revés’. 7,5.