En 2010, mi compañero Raúl Guillén escribió en su crónica del concierto de Florence + the Machine en la sala Heineken de Madrid (donde agotó) que la sala en cuestión, debido a la energía que la cantante rebosaba en su espectáculo, «daba la sensación de que se le quedaba pequeña». «No me extrañaría en absoluto ver a Florence haciendo un Palacio de los Deportes o un Sant Jordi en dos o tres años», concluía. No tres sino seis años después, Welch y compañía ya no pueden tocar en salas, lo suyo son los estadios y anoche efectivamente actuaron en el Palau Sant Jordi de Barcelona y hoy lo harán en el Vistalegre de Madrid en presentación de su último disco, ‘How Big, How Blue, How Beautiful’. «¡Lo hemos conseguido!», clamaba Florence extasiada durante un momento del concierto. Así es.
Lo hacía antes de interpretar ‘Shake It Out’. Welch recordaba la primera vez que actuó en Barcelona (ella dijo que en Razzmatazz, pero ahí tocó en 2013 durante un evento del Mobile World Congress junto a Tinie Tempah; donde actuó por primera vez en la cuidad Condal fue en la sala Bikini) y se mostraba eufórica atendiendo al «sitio tan grande» al que había llegado más de un lustro después. No es que el Palau se llenara, ojo (una cortina negra cubrió la mitad vacía del recinto, que, al parecer, se le quedó a Florence tan grande como pequeña la Heineken), pero es que Florence no es U2 ni falta que le hace. Las hordas de adolescentes vestidas como ella -corona de flores incluida-, así como la misma variedad demográfica de su público, dejaron claro que es una superestrella.
El concierto empezó a lo grande, con una ‘What the Water Gave Me’ deslumbrante que, para mi sorpresa, se sabía todo el mundo (esos «lay me down» cantados al unísono me dejaron boquiabierto); seguida por ‘Ship to Wreck’, ‘Rabbit Heart (Raise It Up)’ y ‘Shake It Out’. Acompañada por su banda, que, además de los instrumentos típicos de un concierto de rock, incluye un arpa y una orquesta de vientos, Welch y su vaporoso vestido de flores proyectaron en el escenario toda la energía de sus canciones o incluso la multiplicaron por cien, como bien demostraron los varios momentos en los que Florence correteó de punta a punta del escenario y brincó como si se le fuera la vida en ello. ¿A alguien le extraña que actúe descalza?
Aunque de voz Florence, como cabía esperar, anduvo muy bien, lo que más me sorprendió de su concierto fue la cantidad de clásicos con los que la banda cuenta ya. Desde el mismo comienzo del espectáculo todo fueron temazos: las mencionadas ‘Ship to Wreck’, ‘Rabbit Heart’ y ‘Shake It Out’ siguieron a «Water», pero es que estas dieron paso a su vez a ‘Delilah’, ‘Sweet Nothing’ y ‘How Big, How Blue, How Beautiful’. Sin ir más lejos, conformaron el «bis» una apoteósica ‘What Kind of Man’ y ‘Drumming Song’ y a Welch le dio tiempo todavía de interpretar antes ‘You’ve Got the Love’, ‘Dog Days Are Over’ y ‘Spectrum (Say My Name)’. ¿Es demasiado pronto para decir que Florence es una leyenda? Su cantidad de temazos ya da para un recopilatorio… ¡y solo tiene tres discos!
Si algo he de lamentar del concierto de Florence de anoche fue que varios momentos clave en sus canciones en directo no parecieron igualar la efectividad de sus versiones de estudio. Por ejemplo, algunos subidones como los de ‘Rabbit Heart’ se quedaron a medio gas y decepcionaron. Quizá, por eso, se puede decir que fue un acierto hacer ‘Cosmic Love’ acústica. Tampoco resultó ‘Mother’ igual de vibrante en vivo, aunque la tenebrosidad de ‘Long & Lost’, en su lugar, estuvo bien traída, mientras la maravillosa ‘Queen of Peace’ produjo otro instante glorioso que compensó los momentos flojos. Euforia y mucho amor, con pedida de mano de una adolescente… ¿a una corista de Florence? incluida, además de temazos para dar y regalar, conformaron el casi, casi impecable recital de anoche. «He sentido vuestro amor esta noche», concluyó Welch, de hecho. Y nosotros, sin duda, sentimos el suyo.