Rihanna es una gran cantante, así como una incombustible fábrica de éxitos, pero como «performer» no hay por donde cogerla. Si ya quedó más o menos claro la vez pasada que vino a Barcelona, su concierto de anoche en el Palau Sant Jordi fue un espectáculo digno de una cantante de cruceros o del peor Orgullo Gay. Y mirad que el concepto ‘Anti’ daba para sí: Rihanna podía haber aprovechado su giro «alternativo» para transformar su directo en algo más o menos interesante, más o menos atractivo, para usar remezclas de sus canciones con las que lucirse vocalmente, visuales llamativos… pero no, lo de anoche fue un cuadro de comedor y de «anti» tuvo bien poco, en primer lugar, porque Rihanna optó por realizar un popurrí tras otro (uno por acto) en el que si cantaba una canción entera era suerte y en el que si cantaba, sin más, también, pues diría que el 50% de las melodías que sonaron anoche las cantó el público, y, en segundo, porque el espectáculo en sí, lejos de resultar interesante en algún sentido, dejó mucho que desear.
Conceptualmente, el espectáculo de Rihanna para ‘Anti’ es minimalista. La puesta en escena es principalmente blanca, desde el escenario principal, presidido por una enorme cortina blanca de fondo que más tarde se «convierte» en una cortina de espuma, hasta el escenario central sobre el cual actúa Rihanna al principio del concierto, pasando por la pasarela flotante de plexiglás que emerge después o por el mismo «atrezzo» situado en el escenario, compuesto por cuatro enormes bolsas de plástico adheridas al suelo que se inflan y más tarde se iluminan y que parecen larvas o iglús inflables. Si suena mal, presenciado es peor. Lo único que mola de verdad de todo esto, la pasarela flotante, dura en el espectáculo exactamente un acto.
Cuando Rihanna emerge desde la pasarela inferior, encapuchada (de blanco) para cantar ‘Stay’ encima del cubo blanco que es el escenario central, el primer pensamiento es: ¡qué «anti»! ¡Rihanna empieza su concierto con una balada! A esta le sigue ‘Love the Way You Lie’ y parece que la dirección del primer acto está clara. Pero es que este dura dos canciones. Tras ‘Love the Way You Lie’ aparece la pasarela flotante y Rihanna interpreta ‘Woo’ y ‘Sex with me’… y ya. ¡Esto debe ser el acto urban! Ya desde el escenario principal suenan ‘Birthday Cake’, ‘Pour It Up’, ‘Numb’ y ‘Bitch Better Have My Money’. Rebosa actitud. «Badass» es su segundo apellido. Pero Rihanna se ha ventilado hasta ocho canciones en menos de quince minutos. Ninguna ha sonado entera, quizá, a excepción de la última. Debe de ser el aperitivo. Pues no.
Ha de ser difícil para Rihanna integrar todos los éxitos de su repertorio en un único concierto, pero si hacer un popurrí de una hora y media es la opción fácil, también es la peor. Y es que pronto es obvio que si Rihanna ha integrado dos baladas literalmente al principio de su concierto es porque no hay por dónde meterlas. Quizá no habría sido mala idea prescindir de alguna canción, de hecho, más que nada porque temas como ‘Run this Town’, ‘Live Your Life’ o ‘Take Care’, de la que canta… un verso, no son precisamente imprescindibles en su repertorio. Sí lo son ‘Work’ y ‘Umbrella’ pero la de Barbados las presenta como si nada, como si no fueran dos de los éxitos más importantes de su carrera. No los deja brillar ni un poco. Suenan tantas canciones en tan poco tiempo que es imposible asumir una sola de ellas. El que debía ser el subidón del show, ‘We Found Love’, se deja oír durante dos minutos (si acaso) y remezclada con ‘How Deep Is Your Love?’ de Calvin Harris. ¿De quién ha sido la idea?
Lo peor de todo es darse cuenta después de tanto popurrí masticado de las canciones de Rihanna que no hicieron acto de presencia anoche, entre ellas, ‘Only Girl (In the World)’, ‘What’s My Name’, ‘Don’t Stop the Music’, ‘SOS’ y ‘Disturbia’. No es broma. De ‘Anti’ sonó casi todo, incluida ‘Same Ol’ Mistakes’, su versión karaoke de Tame Impala… que cantó a trozos. Aquí terminó de reflejarse el concepto de este espectáculo, un karaoke continuo en el que Rihanna canta lo justo, algo así cmo una especie de «playlist» de Spotify con canciones interrumpidas e interpretadas en partes en el que el baile, si bien llamativo, nunca termina de compensar lo insatisfactorio de un repertorio que nunca crece, nunca se desarrolla, nunca toca cumbre. El gran lucimiento de Rihanna, como esperaba, se produce al final, con una ‘Love On the Brain’ que sigue clavando, pero es demasiado tarde. La que podía haber sido la gran gira de Rihanna, en conclusión, vuelve a ser una cutrez.
Foto: Facebook de Rihanna.