El digno final de ‘Looking’

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El digno final de ‘Looking’

looking-movieHBO cancelaba ‘Looking’, una de las series más comentadas en el entorno LGTB de los últimos años, por falta de audiencia durante la primavera de 2015, pero al mismo tiempo se anunciaba que el desenlace de las diversas tramas se conocería a través de una película realizada para televisión. Tras un pase en el Frameline Film Festival el pasado mes de junio, la cadena norteamericana la ha emitido con la consiguiente filtración en la red, a la que han sucumbido cientos de miles de fans ansiosos de todo el mundo.

A pesar de lo flamante del título ‘The Movie’, Andrew Haigh no ha aprovechado la ocasión para crear una pieza independiente comprensible para todo el mundo, incluyendo aquellos que nunca hubieran visto la serie. No hay la más mínima presentación de los personajes y todo el background de los mismos se da por hecho. En resumen, si nunca has visto ‘Looking’, empezar por «la película» es lo mismo que empezar a ver ‘Queer as Folk’ por la temporada del cáncer de testículos: un crimen. Y es una pena que Haigh no se las haya arreglado para ofrecer una pieza un poco más independiente, porque ha logrado escribir con Michael Lannan y rodar algunos de los mejores minutos de la ficción.

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Lo mejor que puede decirse de estos 85 minutos de ‘Looking’ es que ni es un capítulo sencillo extendido artificiosamente ni mucho menos lo que Andrew tuviera en mente para una hipotética tercera temporada, pero resumido de manera atropellada y acelerada. Sea lo que sea lo que Haigh hubiera pensado para la continuación de ‘Looking’ lo ha sabido dejar atrás, pegando un salto temporal y concentrando la trama en los días anteriores a la boda de dos de los protagonistas.

Todos aquellos que os sentisteis representados con los dilemas de Patto y los que le odiamos porque igual veíamos nuestros defectos más insoportables reflejados en él, no saldréis decepcionados de sus últimas disyuntivas amorosas, que ponen sobre la palestra cuestiones como el amor monógamo, la permisividad con el cruising dentro del entorno de la pareja, el amor/odio hacia las relaciones abiertas y el mismo amor/odio hacia las tradicionales en el «complicado» siglo XXI. Haigh le ha dado a todo esto el único desenlace posible y sensato tal y como está planteada la serie desde el principio, y lo que es mejor, lo ha presentado con un guión aparentemente sencillo, muy comedido, pero a la vez muy eficiente, que ha dejado al menos una escena brillante, la mejor de todos estos tres años, en la que sí he percibido la universalidad que en otros momentos tanto he echado de menos en la serie. Hay un dolor subyacente en esa despedida que no tenemos por qué comparar con la genial ‘Keep the Lights On‘ o con ‘Brokeback Mountain’. Haigh se ha mirado también, sin dramatismos innecesarios, en la angustia calmada del penúltimo Clint Eastwood (‘Los puentes de Madison’), dejando a los televidentes tan abajo como el día en que Kate y Jack protagonizaron su última escena juntos en ‘Lost’.

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Después, hay un abuso de clichés desde la misma música (ese recurrir a Perfume Genius y John Grant), la ambientación (esos fiestones de discoteca llenos de felicidad y alegría) y sobre todo en el devenir de algunos personajes. Aunque quiero creer que detrás de todas estas bodas de gente que se casa pero no sabe por qué, que se embaraza como final feliz como en las telenovelas venezolanas de los 80, y que se plantea mudarse a Texas para llevar una vida de bien alejada de las tentaciones de San Francisco, hay una autoparodia de la crisis de los 30… de gays y no gays. 7,5.

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