Hace una semana rompí el segundo teclado en lo que va de año (el primero fue con ‘Frente al mar’) escribiendo sobre ‘Escuadrón Suicida’ y los mediocres estrenos que nos estamos tragando este verano. También comenté que, según las noticias que venían de Estados Unidos (y a pesar de mis altas expectativas), ‘Cazafantasmas’ no iba a ser la película que cambiara esa tendencia. ¿Lo conseguirá la nueva de ‘Star Trek’?
Lo mejor de ‘Cazafantasmas’
1. La propuesta. Desde que se anunció que esta nueva versión del clásico ochentero iba a estar dirigida por Paul Feig y protagonizada por cuatro actrices, dos de ellas Melissa McCarthy y Kristen Wiig, empecé a babear moco verde fantasma y a ver todos los días un ratito de ‘La boda de mi mejor amiga’. Aunque los resultados no han sido los esperados, lo desafiante de la propuesta sí lo ha sido. Basta ver la pegajosa corriente de machismo y racismo que ha impregnado las redes sociales desde que se anunció el proyecto para constatar su enorme éxito.
2. La química entre McCarthy y Wiig. Aunque aquí estén muy, muy desaprovechadas, el sobrenatural talento cómico de las dos protagonistas (sin olvidar a la fantástica Cecily Strong y a Chris Hemsworth como “rubia tonta”) no lo aplasta ni un guión tan plomizo, rígido y poco ingenioso como el que han firmado Katie Dippold (‘Parks and Recreation’, ‘Cuerpos especiales’) y el propio Feig. El humor de esta dos cómicas superdotadas se acaba colando casi sin querer por las rendijas de una historia plagada de situaciones muy poco divertidas.
3. La parte fantástica. Sorprendentemente, es la que mejor funciona. El diseño y la variedad de los fantasmas es fabuloso; sus apariciones, extraordinarias (con algún susto, gracias al 3D, notable); y la traca final, digna del mejor blockbuster de superhéroes.
Lo peor de ‘Cazafantasmas’
1. El guión. Es la gran maldición de los reboots. La obligación casi moral de rendir pleitesía al original acaba impidiendo su relectura. La historia de esta nueva versión está tan atrapada en una trampa para fantasmas, tan atornillada a su referente y a las estructuras del blockbuster nostálgico, que todo resulta previsible, impersonal y rutinario. Cambiar el género y la raza de los protagonistas es un acierto, pero no es suficiente.
2. Los guiños. La necesidad de dar caramelos nostálgicos a los que crecieron-con-la-película empieza a resultar más molesto que escuchar hablar a Donald Trump. Las apariciones de los “fantasmas del pasado” -Bill Murray, Dan Aykroyd, Ernie Hudson y Sigourney Weaver-, además de interrumpir la narración, son irrelevantes y tienen muy poquita gracia.
3. Leslie Jones y Kate McKinnon. Sobre todo esta última. La distancia entre la comicidad de la pareja Wiig/McCarthy y la de Jones/McKinnon es la misma que entre las ideas políticas de Clint Eastwood y la calidad de sus películas. Sideral. A la irritante McKinnon el traje de cazafantasmas le queda tan grande como ajustado el de Hillary Clinton en su fabulosa imitación para el ‘Saturday Night Live’. Si la cómica es buena y aquí está fatal, ya sabemos de quién es la culpa… 5’5.