Empezamos la segunda y última jornada de Gibraltar Music Festival con The Fratellis, que tocaron en el Main Stage a una hora complicada, las 17.05, con el sol pegando bien fuerte, pero que transmitieron una vitalidad infecciosa gracias a las canciones de su último disco, ‘Eyes Wide, Tongue Tied’, pero también y, sobre todo, a la inolvidable ‘Chelsea Dagger’, una de esas canciones que todo el mundo conoce pero nadie sabe de quién es y que suena como el himno cervecero perfecto incluso en 2016. Poco después subió al escenario Gibtelecom el músico reggae Macka B y su numerosa banda, que ofrecieron un show ameno más jamaicano que Jamaica. ‘I Don’t Like Reggae, I Love It’ fue uno de los temas destacados en una actuación que el artista aprovechó para destacar la notable influencia del reggae en la música popular actual. Seguramente Diplo, Rihanna y un largo etcétera le deban más a Macka B de lo que sean capaces de reconocer.
Tampoco le vino bien la hora a Heather Small, la carismática líder de M People, cuyo repertorio de hits noventeros pedía otro tiempo pero que fue, no obstante, un no parar de exitazos. Small alternó canciones propias de M People como ‘Search for the Heroe’ o ‘How Can I Love You More?’ con versiones como ‘I Wanna Dance with Somebody (Who Loves Me)’ de Whitney Houston, en su voz especialmente emotiva por alguna razón, e hizo bailar al público sin demasiado esfuerzo. Su actuación fue un viaje en el tiempo a los ochenta más coloridos y divertidos que, sin embargo, sonó de todo menos añeja. Será la influencia 90’s en el pop actual, será la cuidada producción de su directo, pero las canciones que interpretó Small podrían ser hits hoy en día.
Después de pasarnos por el agradable mini concierto de Jake Isaac en Seaside Stage, era el turno de Zara Larsson en el escenario principal. La sueca cuenta 18 años y se nota, aún le faltan tablas para poder llamarse estrella encima de un escenario, pero si algo quedó claro ayer durante su actuación es que Larsson está destinada a grandes cosas. Más allá de ‘Lush Life’, con la que cerró evidentemente ante la locura de sus fans adolescentes, Larsson tiene buenas canciones con las que llenar un concierto de 45 minutos, a destacar la irresistible ‘Permission’, incluida en su próximo disco, que sale ya (supuestamente). Además, Larsson tiene una voz potente, tipo Jessica Simpson, y sabe bailar, tipo Britney Spears época ‘…Baby One More Time’, solo que con micro de mano y una poquita menos de gracia. Efectivamente, Larsson es como una mezcla de las dos si 2016 fuera 1998, que creo que lo es, visto lo visto.
Ver a Europe (¡Europe!) en directo es como participar en un jurado popular o ser presidente de la comunidad, una cosa que no esperas hacer nunca en tu vida pero que, al final, pasa. El grupo sueco es prácticamente un anacronismo en sí mismo y estoy convencido de lo que vi ayer fue un holograma retransmitido para el futuro desde 1986, solo que con los miembros de Europe un poco más mayores debido al viaje espaciotemporal que debieron hacer para llegar ayer a Gibraltar. Dicho esto, Europe no han perdido un ápice de energía en el escenario, algo que no se puede decir de muchas bandas de su generación, y qué demonios, ‘The Final Countdown’ será siempre un clásico. Por su parte,el joven Sam Brookes, que tocaba al mismo tiempo, ofreció un directo de total serenidad en el escenario acústico, donde lució de voz, melodiosa y emotiva, y de canciones de folk tan monas como ‘Numb’. ¿Nuevo Ed Sheeran a la vista?
El primer plato verdaderamente fuerte del domingo en Gibraltar Music Festival convenció a medias. En España quizá no, pero Jess Glynne es una súperestrella en Reino Unido (las chicas se peinan como ella y la gente se sabe todas sus canciones) y Glynne tiene tantos temazos que se puede permitir ventilarse ‘Rather Be’ en la segunda canción. Aparte de temazos, Glynne posee una voz de una personalidad arrolladora que dejaría ensimismada hasta a la persona más negada del mundo, sin embargo, durante su set no dejé de pensar que a Glynne esto del estrellato le venía un poco grande, que a la cantante le sobra el talento pero le falta madera de estrella. Glynne no se suelta en el escenario, es sosa, parece una triunfita y cuando le da por bailar baila no con esa timidez enternecedora sino con una vergüenza que resulta incómoda incluso para el espectador. Si Glynne trasladara la personalidad de su voz a sus directos, Dios sabe hasta dónde llegaría su fama.
Como siempre es un placer ver a Bryan Ferry en directo. El líder de Roxy Music podría actuar cada día en cualquier parte del mundo y no perdería su elegancia y ese talento para capturar, en su música y gracias a su espléndida banda de acompañamiento, el sonido de la melancolía del final del verano en canciones como ‘Slave to Love’ o sus decenas de composiciones para Roxy Music o en solitario. También fue un gustazo el concierto de Stereophonics, cuyo directo es mucho mejor de lo que esperaba, quizá porque su último disco, ‘Keep the Village Alive’, es uno de sus más blandos. Pero el grupo cerró el festival a lo grande, con buenas canciones como ‘Indian Summer’ o ‘Maybe Tomorrow’ canturreadas por todo el mundo y un Kelly Jones en pleno estado de gracia vocal.