La crisis creativa (que derivó en una personal) que el propio Kase.O explica que ha padecido en los últimos años, casi desde que finalizara su aventura jazzística con JazzMagnetism en 2011, podría ser sintomática de toda aquella generación de raperos de mediados de los 90 y primeros 00s que llevó el género a grandes cotas de popularidad y ventas. La impresión es que, tras alcanzar su pico, no supieron renovarse para ganarse a nuevos públicos ni conservar el interés de su público habitual.
‘El círculo’ es, en ese sentido, mucho más que un nuevo disco de Javier Ibarra, integrante de los seminales Violadores del Verso. Es una obra valiente que, por un lado, aborda esa crisis artística provocada, dice, por un alto nivel de autoexigencia que le llevó al bloqueo, del que solo salió con un autoexilio de cuatro años en Colombia; y, por otro, amplía su variedad de recursos y se atreve a romper con la rigidez de su estilo previo. Lanzándose a producir él mismo (bajo el alias Javato Jones) la mitad del álbum (en el resto ha contado con la colaboración de su habitual R de Rumba y Gonzalo Lasheras –Iván Ferreiro, Jorge Drexler–, entre otros), digamos que se podría decir que en ‘El círculo’ sitúa muy próximos los conceptos de rap y cantautor.
Así, entre los 17 cortes que integran ‘El círculo’ encontramos guiños al pop en la supersexual y minimalista ‘Mitad y mitad’, con Najwa Nimri como partenaire (recordando, curiosamente, a Delafé y las Flores Azules), y en la divertida ‘Mazas y catapultas’, con aires de son y jazz y el rapero lanzándose a cantar dentro de los cánones. Pero, dentro de los márgenes del rap, también se vislumbran tientos de una personalidad propia, como es el caso del minimalismo jamaicano de ‘Pavos Reales’ (con Hermano L, Shabu One Sant y McKlopedia) o la potente ‘Triste’, con una bonita base ralentizada que contrasta con un flow ultraveloz que narra parte de ese bache personal que padeció. En esa línea de letras expiatorias y música muy emocional, se lleva la palma ‘Basureta (Tiempos raros)’, donde Ibarra se muestra tan locuaz y honesto con sus momentos personales más bajos. Tanto que se le entrecorta la voz cuando le sobreviene el llanto. Un efecto realmente brutal, que contagia la congoja y sobrecoge, especialmente cuando se rehace, hacia el final.
En cualquier caso, sus fans de siempre no se sentirán decepcionados con el Kase.O de 2016 (de hecho, no lo han hecho y han convertido este álbum en Disco de Oro). El rap de vieja escuela basado en el funk y el jazz de los 70 predomina en buena parte del álbum y, aunque no resulte tan fresco, en sus momentos más brillantes deslumbra como nunca: es el caso del fantástico single de corte reivindicativo ‘Esto no para’, con producción de Cash Flow que suena muy Beastie Boys, o la sinuosa ‘Yemen’, donde la lírica de Ibarra vuela muy muy alto, todo un dechado de imaginación en las rimas que huye de tópicos. Cierto es que con frecuencia cae, precisamente en esos topicazos genéricos, baños de ego, poesía y demás (especialmente en la ‘Intro’ o ‘Rap superdotado’ –junto a sus compañeros de Violadores–), pero lo hace con una clase realmente espectacular, que evita que se le puedan poner tachas al superfunk vibrante de ‘No sé qué voy a hacer (Booty Song)’ o el himno etílico ‘Viejos ciegos’ junto a Xhelazz y Sho-Hai.
Claro que no siempre triunfa cuando esquiva los temas de autoafirmación. En general se agradecen las letras confesionales, sobre todo en la desacomplejada ‘Guapo tarde’, pero cuando canta a su pareja en ‘Amor sin cláusulas’ el rubor que despierta te hace desear que no hubiera sido tan sincero, la verdad. También parece prescindible el interludio de denuncia política ‘Risoterapia’, más una anécdota que otra cosa. A cambio, en aquellos cortes en los que no expía su tristeza, Kase demuestra un gran sentido del humor que no pocas veces despierta sonrisas y complicidad y que, además, desmitifica la aburrida imagen de rapero duro y malote. Pero, detalles al margen, este ‘El círculo’ es una gran noticia porque muestra que, aunque está justificada la excitación por la efervescente nueva escena del trap estatal, ni mucho menos debemos dejar atrás a la vieja (¿hola? Ibarra tiene 36 años) escuela del rap patrio.
Calificación: 7,7/10
Lo mejor: ‘Yemen’, ‘Esto no para’, ‘Basureta (Tiempos raros)’, ‘Pavos reales’, ‘Triste’, ‘Mazas y catapultas’
Te gustará si te gusta: Violadores del Verso, obvio, pero también Delafé o Andrés Calamaro.
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