Con su choque entre noise rock y sintetizadores de sonido retro, ’The Sopthware Slump’ fue en el año 2000 una cúspide del indie 90s, un puente desde el post-grunge hacia una nueva era. Grandaddy se convirtieron entonces, tras años de vano esfuerzo en el underground, en una banda admirada por el público y también por artistas como Elliott Smith o Coldplay, que les llevaron de gira con ellos. Luego, sin ser ni mucho menos malos discos, ni ‘Sumday’ (2003) ni ‘Just Like The Fambly Cat’ (2006), un canto de cisne grabado sin que el grupo existiera ya –casi puede decirse que fue el primer disco en solitario de Jason Lytle–, alcanzaron las cotas de repercusión de su segundo disco y se fueron un poco por la puerta de atrás.
Por eso, tras varias obras de Lytle firmadas bajo su nombre propio, no resultó sorprendente que, como tantos otros, se reunieran en 2012 para recuperar el lustre (y el parné) de antaño, ni que grabaran un nuevo disco. Lo que sí era menos predecible es que lo hayan hecho con un disco tan sólido y reminiscente de sus días dorados como este ‘Last Place’. Doce canciones que reviven, como si no hubieran pasado 17 años, aquellas imágenes de androides depresivos instalados en parajes naturales y su synth-rock épico, capaz de atraer por igual a fans de The Flaming Lips, Pavement y Weezer.
Literalmente, porque aquel Jed, el humanoide que se mató a sí mismo alcoholizado, reaparece aquí en la memoria de Jed 4º, su hijo. Y figuradamente, porque el disco arranca por todo lo alto con ‘Way We Won’t’ –parejas atormentadas al encontrarse en gigantescos centros comerciales siendo todo aquello que se juraron no ser–, ‘Brush With The Wild’ –rememorando una y otra vez ese momento fatídico en que uno se deja llevar y dice las palabras equivocadas– y ‘Evermore’ –comparándose con uno de esos grises árboles junto a la autopista, “sin amor en sus hojas”–.
Son esos los momentos más inmediatos de un disco que poco a poco va tornándose lánguido y dramático, rememorando la separación de Lytle y su pareja, así como unas traumáticas mudanzas a Montana y Portland, en los que no consiguió encajar del todo (la juguetona ‘I Don’t Wanna Live here Anymore’ es la más explícita en ese sentido). Así, el desamparo se palpa abiertamente en canciones como esa ‘That’s What You Get for Gettin’ Out of Bed’ (que parece inspirada por las bandas sonoras del género chanbara, aquellas películas de samuráis de los años 70), en las cuerdas de ‘This is the Part’ o en la preciosa ‘A Lost Machine’, una paralizante balada al piano que, con imágenes de cámaras de seguridad escondidas en el bosque, repite descorazonada “todo lo nuestro es una máquina extraviada, todo lo nuestro es un sueño olvidado”. Menos mal que la semiacústica ‘Songbird Son’ deja, con su recuerdo agridulce de días mejores, un pequeño haz de luz en el epílogo. Todo esto es, junto al citado inicio, lo mejor del comeback soñado por los fans del grupo que, según Lytle, son los culpables en buena medida (Danger Mouse mediante) de este notable regreso.
Grandaddy es uno de los grupos que actuará en la próxima edición del festival Primavera Sound, del 31 de mayo al 4 de junio en Barcelona.
Calificación: 7,5/10
Lo mejor: ‘Evermore’, ‘A Lost Machine’, ‘Brush in the Wild’, ‘This Is The Part’, ‘Way We Wont’
Te gustará si te gusta: The Flaming Lips, Weezer, East River Pipe
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