Esta noche (hora estadounidense) finaliza RuPaul’s Drag Race, un concurso que ha puesto a la comunidad drag en la picota, y que año tras año, de forma muy consistente, ha ido ganando más y más popularidad.

El culpable de todo esto es RuPaul, conductor del programa, y capaz de ser la persona más encantadora sobre la faz de la Tierra, así como también la más dura. El reality show, que comenzó con una primera temporada en 2009, se ha ido convirtiendo en un programa de culto poco a poco, hasta el punto de que se organizan fiestas en bares gays de todo el mundo para visionar los capítulos al día siguiente de su emisión en Estados Unidos.

Este año, RuPaul nos ha vuelto a presentar a catorce concursantes que, una vez más, nos han divertido y puesto a prueba a partes iguales. El programa de RuPaul está ayudando a jóvenes y mayores de todo el mundo a sentirse más a gusto en sus propios zapatos, y propiciando un intensísimo debate en el colectivo LGTBIQ+ sobre la plumofobia, la transfobia y otra serie de actitudes tóxicas de las que necesitamos desprendernos cuanto antes.

Así que hemos decidido dedicarle nuestro El Editorial de hoy a este programa que nos tiene encandilados, haciendo un repaso de las cuatro finalistas y mojándonos en sobre quién debería ganar. Esta noche, para muchos de nosotros, es como si se jugase un partido de la Eurocopa. O la final del Mundial de Fútbol.