‘La seducción’: ¿Se ha pasado de cuqui Sofia Coppola?

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‘La seducción’: ¿Se ha pasado de cuqui Sofia Coppola?

la-seduccion-sofia-coppola¿Remake o adaptación? Siempre que hay un libro de por medio ocurre lo mismo: a quienes les ha gustado la película suelen decir que es una nueva adaptación de la novela, como para preservar la pureza de la propuesta; y a quienes no les ha gustado, prefieren decir que es un remake, como para espolear la comparación con la primera versión –normalmente un “clásico imperecedero”- y justificar así sus defectos.

En el caso de ‘La seducción’ no hay duda. Te haya gustado o no, es un remake. Como se puede comprobar en los créditos, el guión de Sofia Coppola no parte de la novela de la Thomas P. Cullinan, ‘A Painted Devil’, sino del guión firmado por Irene Camp y Albert Maltz para ‘El seductor’ (1971), el “clásico imperecedero” de Don Siegel (‘La invasión de los ladrones de cuerpos’, ‘Harry el sucio’). Y aquí es cuando surge la otra pregunta recurrente: ¿por qué un remake?

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Porque sí. A estas alturas, cuando en Hollywood se ruedan casi más remakes que guiones originales, ¿no está un poco de más seguir quejándose de lo mismo, escribiendo una y otra vez eso de “remake innecesario”? Si las comparamos, estaremos casi todos de acuerdo en que ‘La seducción’ es peor película que ‘El seductor’. Pero, ¿“innecesaria”? Al contrario. Aunque no le haya salido del todo bien, la relectura que hace Coppola de la película protagonizada por Clint Eastwood es lo suficientemente interesante como para no merecer ese calificativo.

Fiel a su discurso, la directora de las infravaloradas ‘Somewhere’ y ‘The Bling Ring’ propone en su digno remake (premiado en Cannes) un cambio de punto de vista: del seductor soldado atrapado en una mansión sureña poblada de mujeres sudorosas, lúbricas y con las uñas afiladas; a un grupo de mujeres delicadas, reprimidas y casi fantasmales que viven atrapadas en una mansión situada en una zona de guerra y, como en ‘Los otros’, rodeada de una espesa niebla.

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Coppola elige filmar su versión de esta historia a través de un velo delicadamente bordado. Su apuesta por la contención dramática y la exquisitez formal funciona muy bien durante la primera parte de la película. Al igual que hacen las mujeres y niñas protagonistas en la sala de costura, la directora va tejiendo una refinada tela (de araña) alrededor del espectador. Una tela confeccionada por cuidados encuadres, sugerentes elipsis, iluminación preciosista, elocuentes juegos de miradas, conversaciones llenas de segundas intenciones y la seductora música de Phoenix.

El problema es que cuando la historia gira de manera violenta, Coppola sigue tejiéndola de la misma manera, con la misma aguja y el mismo color de hilo. Pero esos pespuntes tan finos ya no pueden sostener el enorme peso dramático de la historia. Toda la intensidad del desenlace acaba difuminada por culpa de una puesta en escena demasiado distante y decorativa. Aunque Nicole Kidman le echa una mano a la directora con su sobresaliente interpretación, al final lo que queda es una película deshilachada cuando debería haber estado rasgada, sedosa cuando debería haber quedado rugosa, y limpia cuando debería haber terminado manchada. 6’5.

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