La contradicción inherente a todas las personas ha servido para enriquecer las carreras de multitud de artistas, de Bob Dylan a Beyoncé pasando por Miley Cyrus o aquellos U2 que alternaban la arrogancia más mesiánica sobre el escenario con su responsabilidad solidaria. Algo así como «contradecirse es reestablecer el equilibrio» podía leerse en las pantallas de una de las giras de los irlandeses durante los años 90, convenciendo a millones de seguidores de que contradecirse no era tan solo normal, sino hasta necesario y enriquecedor.
Un mar de contradicciones ha asolado la carrera de Lady Gaga durante los últimos años, llegando hasta el estreno de un documental en Netflix este fin de semana bajo el nombre de ‘Five Foot Two’. El título hace referencia a la escasa estatura de la cantante (1,59) cuando es obvio que su popularidad ha sido gigantesca, y aunque el documental es un recorrido por la grabación de su último disco ‘Joanne’ culminando con la Super Bowl con la que reconquistó a gran parte del público, estos 100 minutos de metraje muestran a una Gaga empequeñecida y reducida en muchos sentidos.
Aunque las teorías sobre la relación entre el aplazamiento de su gira europea y el estreno de este documental no tienen ningún tipo de sentido -ya veremos qué encaje de bolillos ha de hacer Live Nation para que ningún estadio o show se caiga de la gira, si es que esta puede realizarse-, una noticia no se puede desvincular de la otra. Ni siquiera cuando Lady Gaga está preparando una Super Bowl que resultó un exitazo, toda una inyección de adrenalina directamente relacionada con el hecho de que esta nueva gira estuviera recaudando mucho más que la de ‘ARTPOP’ sin que el disco nuevo haya vendido más ni ninguno de sus singles haya igualado el alcance de ‘Applause’; vemos a una artista rebosante, 100% ilusionada o feliz, sino más bien triste, preocupada, falta de energía o apagada, a lo que contribuye el uso de tonalidades blancas y negras, muy poco coloridas. En ese sentido es definitivamente una pena que ‘Joanne’ se completara con «a-yos», colores pastel, ritmos reggae y John Waynes, pues si hubiera sido el disco folk lleno de emociones y vulnerabilidades, de sentimientos a flor de piel que sí muestran ‘Joanne’ o ‘Million Reasons’, tratando también lo que terminó siendo la ruptura con su pareja, podría haber sido el gran disco que algunos seguimos esperando de su parte.
Los dolores producidos por su rotura de cadera y la fibromialgia que padece, unidos a unos problemas mentales que tuvo el valor de mencionar en su último comunicado, son los impresionantes protagonistas aquí, hasta el punto de que cabe preguntarse si la artista estaba realmente preparada para enfrentarse física y mentalmente a un show que ven 120 millones de personas solo en Estados Unidos, y a una gira con decenas de fechas en pocos meses que sigue requiriendo varios sets, cuerpo de baile y entrega física pese a que ella había promocionado este disco como algo ajeno a los espectáculos habituales del mundo del pop. ¿Por qué no preparar un show a lo Elton John, Bruce Springsteen o Metallica, a quienes admira y con quienes ha compartido músicos y escenarios, sin coreografía?
Es una de las contradicciones de Gaga. Aunque en ‘Five Foot Two’ la artista que vestía con filetes de carne cruda y se presentaba en galas y fiestas con peinados y trajes que no cabían por la puerta no es más que un pequeño álbum de fotos del pasado, hay algo dentro de ella que le impide dar definitivamente ese paso no necesariamente atrás, sino a un lado, para centrarse en su carrera como compositora o cantautora. Y eso que la reducción a piano de ‘Bad Romance’ es uno de los mejores momentos del metraje.
Centrada la labor del director Chris Moukarbel (‘Banksy Does New York’) en montar imágenes caseras con otras más pro sin mayores florituras de edición, es el retrato psicológico de Lady Gaga lo más valioso de esta película que, aunque deja ciertas dudas en el aire -se echa mucho de menos que un interlocutor le cuestione o repregunte ciertas cosas, su entorno parece tenerle miedo-, revela bastante como el ejercicio de exhibicionismo extremo que es. Hay más de un momento, como en la consulta del médico, o mostrando a su abuela la canción sobre su hija muerta, aquella Joanne tía de la artista que fallecía demasiado joven en los 70 y ha dado nombre a su álbum, en que te preguntas cómo es posible que haya una cámara grabando.
Pero Lady Gaga tiene ganas y probablemente la necesidad de revelar su lado más vulnerable e inestable, mostrándose sin rubor deshaciéndose en lágrimas en los brazos de Mark Ronson después de haber hablado con seguridad sobre sus dotes compositivas; mostrándose bastante ida mientras reta a Madonna a decirle las cosas a la cara cuando ambas han posado juntas varios años después de aquel viejísimo «feud»; o hilvanando ideas de manera tan errática como «quiero quedarme embarazada y envejecer junto a mis fans». Hay muy poco margen para un hipotético y divertido doblaje de la perspicaz e imprescindible Desahogada, una de las cosas más grandes que ha parido Youtube (de hecho ya había doblado algunas escenas), pues aparte de ese chanante planazo en un bautizo o ese inesperado contraplano en «boobies», este es un retrato voluntaria y deliberadamente triste de alguien a quien la fama y los primeros reversos de la misma han hecho mucho daño. El humor aparece muy forzado o es incluso incómodo cuando Gaga arrolla el coche de Ronson, y apenas resulta deliberadamente graciosa su referencia a Trump en plan «ponme un discurso de los republicanos, que nada puede ser peor ahora mismo».
De manera significativa, Gaga habla en este documental del bloqueo que se puede experimentar al alcanzar la fama cuando se es muy joven -la lista de juguetes rotos es demasiado larga-, y probablemente ella misma nos esté dando una pista bien clara de lo que le ha pasado, de por qué ha sido capaz de dar espectáculos magistrales sobre las tablas… y otros, no tanto. Menos claro nos queda lo que traerá su futuro. El documental, por su desenlace feliz, puede entenderse como una historia de superación, pues la cantante deja atrás la depresión y las adversidades para arrasar en la Super Bowl (y es obligatorio volver a ver su show justo al término del documental), pero sus problemas no parecen haberse ido a ningún sitio en estos seis meses. Quizá la cantante sí haya aprendido algo de sus problemas en la era ‘ARTPOP’, referidos en el documental, y pueda utilizar vulnerabilidad y contradicciones para sacarles algún tipo de rédito artístico. 6.