‘La forma del agua’: el bonito nuevo cuento de Guillermo del Toro ama la música

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‘La forma del agua’: el bonito nuevo cuento de Guillermo del Toro ama la música

shape-of-water¿Qué es mejor, un triunfador guapo y elegante que puede mear con los brazos en jarra pero que no la sabe usar o una fea criatura totalmente plana con sorpresa? ¿Una mujer casada y con hijos a la que no dejan ni hablar en la cama o una limpiadora solterona y muda que se masturba cada día en su bañera?

Guillermo del Toro sitúa su nueva película ‘La forma del agua’, estrenada este jueves entre aplausos en el Festival de Sitges, en un gélido centro de investigación de Baltimore a principios de los años 60, como fondo idóneo para una película que habla sobre machismo, racismo y homofobia. Tan claramente ha querido presentar un paralelismo entre aquel Estados Unidos que parece tan lejano y conocemos por el cine negro y la Guerra Fría y el Estados Unidos que conocemos hoy -asegura que como mexicano sí se ha sentido marginado en el país del sueño americano- que la película contiene incluso un exceso de subrayados en ese sentido.

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Sin embargo, en ese maniqueísmo no se puede entender ‘La forma del agua’ más que como un bonito cuento de hadas por mucha violencia que contenga. Desde el principio las referencias estéticas al Jean-Pierre Jeunet de ‘Amelie’ y al Tim Burton de ‘Charlie y la fábrica de chocolate’ son muy evidentes -si hasta arde una fábrica de chocolate-, y Guillermo del Toro presenta abiertamente la película como un homenaje al cine como escapismo. Pero no solo es un homenaje al cine de Shirley Temple, como dice, o también a ‘La mujer y el monstruo’, ‘King Kong’ y ‘La bella y la bestia’ -como sugiere el precioso cartel de la cinta- o incluso ‘Posesión’; también lo es a la música de la época, anterior (esos vinilos de Benny Goodman y Glenn Miller) y algo posterior (‘La javanaise’ de Gainsbourg cantada por Madeleine Peyroux). La música es el canal para que los protagonistas se conozcan y se enamoren, dejando en un gran homenaje a los viejos musicales uno de los puntos álgidos del metraje.

‘La forma del agua’ no es finalmente sólo un homenaje al cine y a la música de otros. También es una cinta muy personal en la carrera del director de ‘El laberinto del fauno’, llena de adorables criaturas, fondo social e inolvidables secundarios. Aunque el magnetismo de Sally Hawkins es evidente, su colega Octavia Spencer pone un contrapunto cómico muy agradecido («para hacer un matrimonio feliz hay que mentir») y el personaje de Richard Jenkins esconde sus aristas. Todos están al servicio de una película que ante todo habla de amor y de cuántas formas es este capaz de adoptar. Cuánta falta nos venía haciendo. 8.

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