‘Utopia’ de Björk es un disco sobre varios tipos de amor, entre ellos el maternal. La islandesa es madre de dos hijos, Sindri e Ísádora, y a esta segunda dedica una de las canciones más tiernas de su nuevo álbum, ‘Tabula Rasa’, una balada sobre la herencia psicológica que Björk pasa a su hija tras su separación de Matthew Barney. La artista quiere hacer borrón y cuenta nueva, pues su hija tiene “derecho a cometer sus errores propios desde cero” y a no “repetir las cagadas de los padres”.
Como suspendida en el aire, ‘Tabula Rasa’ se compone únicamente de la voz de Björk y la presencia de unas flautas -posiblemente una mezcla de sintetizadores e instrumentos orgánicos- que al final desembocan en una emocionante coda de órgano, acompañada del sonido de unos teclados cósmicos y de un efecto de viento soplando en los árboles. Es una composición minimalista que sobre todo depende de la interpretación de Björk, sincera y llena de afecto cuando advierte a su hija que pronto tendrá que hacer frente a los problemas de la vida, aunque espera que sobre todo viva “inmersa en gracia y dignidad”.
Hay en ‘Tabula Rasa’ una conexión entre la historia de Björk y Matthew Barney y el auge de la conciencia social con el machismo que ha habido en 2017. Björk habla indirectamente de Barney en ‘Tabula Rasa’ (“él llevaba dos vidas, pensé que la nuestra era la única”, acusa) y posteriormente alza el puño hacia el cielo, celebrando que “es el momento de que nosotras, mujeres, nos alcemos y dejemos de tragar, es el momento, pues el mundo está escuchando”. El machismo habría corrompido a Barney y Björk ve en su hija la antítesis de lo que él representa, un reflejo de futuro.