Arctic Monkeys / Tranquility Base Hotel & Casino

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Arctic Monkeys / Tranquility Base Hotel & Casino

No exageran –quizá un poquito, pero no mucho– Arctic Monkeys cuando dicen que ‘Tranquility Base Hotel & Casino’ requiere de unas 10 escuchas para poder entrar en ese mundo. Y su decisión de no adelantar su sexto álbum de estudio con single alguno parece coherente. Primero, por mantener esa incertidumbre, ese factor sorpresa que la actual dinámica de la industria casi ha perdido; y segundo, porque realmente es muy difícil escoger una entre estas 11 canciones que en su totalidad no pasan, rítmicamente, de la velocidad de un medio tiempo y cuyos estribillos, cuando los hay, están lejos de lo obvio y lo destacable. Pinto bien la cosa, ¿eh?

Desde luego, los fans de los viejos Arctic puede que no les perdonen nunca este viraje, salvo que, como ellos, hayan madurado lo suficiente como para no temer al cambio y sí a la autoparodia. Y, a cambio, vaticino que muchos que no le veían tanta gracia al grupo de Sheffield lo encontrarán fascinante. Es un disco exuberante y complejo en lo sonoro, con las guitarras tomando un papel más ornamental y testimonial y basado, sobre todo, en el piano, el nuevo juguete favorito de Alex Turner. Un Turner al que la vida en Los Ángeles ha cambiado mucho y que ha trasladado ese lado de crooner trasnochado y socarrón que ofrecía con la última personificación de The Last Shadow Puppets: en muchos sentidos, sería más coherente escuchar ‘Tranquility Base Hotel & Casino’ bajo la etiqueta de su proyecto con Miles Kane.

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Él y su forzadamente sensual voz son los absolutos protagonistas en la cálida maraña instrumental creada y coordinada junto al habitual James Ford y en la que intervienen miembros de Mini Mansions, Tame Impala (Cameron Avery), Klaxons y otros músicos habituales de sus directos. Un tejido denso y nocturno, repleto de sonidos añejos de vibráfono, Farfisa o clavicémbalo, bajos funk, armonías vocales y guitarras en la que centellean destellos de Prince (‘Star Treatment’), Beach Boys (‘The World First Ever Monster Truck Front Flip’), David Bowie (‘Four Out of Five’), Nick Cave (‘Science Fiction’), Serge Gainsbourg (‘Tranquility Base Hotel & Casino’), el Elvis de los 70 (‘The Ultracheese’) o los Pulp de ‘This Is Hardcore’ (‘One Point Perspective’, ‘American Sports’). Además, claro, de referentes menos frecuentes citados explícitamente por los Monkeys, como Electric Prunes, Nina Simone, The Walker Brothers, Leon Russell, David Axelrod, Nino Rota o Ennio Morricone. Estos dos últimos son especialmente significativos, en cuanto estamos ante una obra que a menudo parece más una banda sonora que un álbum de rock.

De hecho, las canciones ofrecen el hilo conductor para una suerte de película de ciencia ficción retro-futurista –Turner ha llegado a citar ‘El mundo conectado’ de Fassbinder como influencia– en la que encontramos a una vieja estrella del rock en decadencia –obviamente, una especie de fantasma del futuro del propio Alex–, recurriendo a sus demodés recursos de seducción desde lo más profundo de la barra de un bar situado en ese imaginario hotel-casino establecido en el Mar de la Tranquilidad donde alunizó el Apolo XI –ideado hasta el punto de que su portada es una maqueta del mismo, realizada por el propio Alex en cartón-pluma e inspirándose en las obras de los arquitectos Eero Saarinen y John Lautner–.

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A partir de ahí Turner, presumiblemente influido por la lírica de Father John Misty, se sirve de sardónicas, y a menudo cómicas, alegorías repletas de referencias a la tecnología, la política (adivinad quién puede ser ese “líder del mundo libre que recuerda a un luchador embutido en calzoncillos dorados”) y la cultura popular –de ‘Blade Runner’ a ‘1984’, de la lucha libre americana a viejos programas musicales de la televisión británica, de la realidad virtual a la religión– para esbozar, al estilo ‘Black Mirror’, un futuro que se parece terriblemente al presente. “Te he reconocido por el destello de tu pantalla”, “desde el Éxodo, todo se ha gentrificado” o “no hay nada como el exótico sonido del almacenamiento de datos por la mañana” son algunas de las múltiples líneas memorables en las que el Turner de dentro de 30 años retrata el proceso de degradación al que se aboca la humanidad, en lo ético, lo social y lo político, pero desde una perspectiva divertida y desconcertante. Una gozada para desmenuzar y disfrutar tanto como la música que le da soporte.

Asimilado, pues, el gran progreso de Arctic Monkeys en lo sonoro y lo lírico, ¿dónde quedan, a todo esto, las canciones? Esta es la parte, sin duda, más polémica y discutible del álbum, puesto que sus ganchos son esquivos, nada evidentes y lo que más llama la atención es la renuncia explícita –o así lo asumo yo– al estribillo. O eso se desprende de unas áridas primeras escuchas, que apenas sirven para asimilar los cambios, y que dejan la impresión de que ‘Tranquility Base Hotel & Casino’ es una obra densa en la que las partes no son nada, o muy poco, distanciadas del conjunto. Pero la persistencia y el magnetismo que desprende sobre todo la parte instrumental del disco, aunado a una observación cuidadosa de sus enrevesados y divertidos textos, van revelándonos momentos de verdad memorables que, por ahora, parecen concentrados en su primer tramo, destacándose ‘Four Out of Five’, ‘American Sports’, ‘Star Treatment’ y ‘One Point Perspective’ –precisamente, las que ya han comenzado a mostrar en directo–. Pero ‘Science Fiction’, ‘Batphone’ y hasta la medio cómica balada crepuscular ‘The Ultracheese’ van poco a poco ganando enteros, a menudo más reconocibles por sus riffs y arreglos que por sus melodías vocales.

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Pero no es un disco fácil, seguro que dividirá y habrá quien pase ampliamente de dedicarle más allá de dos o tres escuchas. No les culpo, pero honestamente creo que merece la pena hacerlo. Y no es, de verdad lo digo, la pose presuntuosa de un crítico que quiere hacer ver que hay algo que no ven los demás: la persistencia, en este caso, tiene premio y va desnudando que ‘Tranquility Base Hotel & Casino’ es un gran disco que brilla –eso sí– por cosas distintas a las que solemos valorar en el pop. No es inmediato, no es pegadizo, no es fácil de rememorar… “¿Y qué narices han hecho bien, entonces?”, se preguntará alguien. Se podría decir que lo mejor –porque lo contrario, a todas luces, hubiera significado el fin de la banda–, es que huyen de la preconcepción general de Arctic Monkeys: no hacen una 2ª parte de ‘AM’, su disco más exitoso hasta la fecha, ni regresan a la exuberancia brit-rock de ‘Suck It And See’, al post-stoner-rock de ‘Humbug’ o a la efervescencia de sus dos primeros álbumes. Curiosamente, aunque parezca que se han pegado un tiro en el pie, con este giro están siendo más Arctic Monkeys que nunca: nunca se han repetido a sí mismos, siempre han mirado hacia adelante y han desafiado sus límites. Quizá esta vez más que nunca. Si este fuera el último disco de los Monkeys –una posibilidad con la que se viene especulando desde hace tiempo–, sin duda sería un epitafio difícilmente superable.

En las próximas semanas, Arctic Monkeys presentarán ‘Tranquility Base Hotel & Casino’ en nuestro país en sendos festivales: el 2 de junio lo harán en Primavera Sound 2018, en Barcelona; y el 13 de julio en Mad Cool 2018, en Madrid.

Calificación: 8,2/10
Lo mejor: ‘One Out of Five’, ‘Star Treatment’, ‘American Sports’, ‘One Point Perspective’, ‘Tranquility Base Hotel & Casino’.
Te gustará si te gusta: los últimos Pulp, Father John Misty, The Last Shadow Puppets.
Escúchalo: Spotify

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