Parece mentira, pero ya ha pasado un mes desde que tuvo lugar la primera edición del Primavera Club. JENESAISPOP estuvo allí. Y lo contamos tarde, sí, para que cuando digáis que nos parecemos a la prensa especializada del país, lo digáis con razón.
Los pasados días 1 y 2 de diciembre tuvo lugar el, digamos, «hermano pequeño» del festival Primavera Sound. Antes de pasar a hablar de lo que allí pudimos ver, me gustaría apuntar que Primavera Club presenta una propuesta musical de calidad y renombre pero alejada de lo que estamos acostumbrados a ver en otros festivales, lo cual es realmente de agradecer. Sin embargo, la escasa asistencia de público (al menos, eso nos pareció a nosotros), sobre todo el viernes, nos hace temer que ese riesgo en el cartel del festival podría hacer que los programadores se replanteen su política de contratación, lo cual nos parecería una pena. La organización nos pareció bastante correcta, los horarios estaban muy trabajados para evitar en gran medida la siempre frustrante coincidencia de grandes bandas (lo cual es casi un lujo), la calidad del sonido fue bastante buena (salvo si uno se colocaba al fondo del Escenario Rockdelux, donde la música rebotaba de mala manera) aunque la escenografía era excesivamente austera. En lo negativo, señalar que dada la ubicación del Fórum, no había ninguna previsión por parte del Festival para sacar al personal de tan recóndito paraje a las altas horas en que acababan las actuaciones, o el frío que se padecía en el escenario grande debido a unas puertas inexplicablemente abiertas de par en par. Estas son nuestras impresiones de algunas de las actuaciones que pudimos ver:
– The Twilight Singers feat. Mark Lanegan: Realmente el rock con alma de los de Greg Dulli no era para quedarse sentado en la butaca del Auditori, pese a ser las ocho de la tarde, así que el hombre de la voz negra invitó al público a acercarse al escenario y así contribuyó a caldear más el ambiente. Por si fuera poco, el gran Mark Lanegan salió a cantar tres de sus temas con Twilight Singers. Un lujo que quizá hubiera brillado más en alguno de los escenarios del CCIB.
– The Boy Least Likely To: Cuatro gatos vimos a esta banda que tiene en su haber un pedazo de disco, ‘The Best Party Ever’, y para mí supuso una gran decepción. ¿Realmente es necesario que una banda en la que hay hasta cuatro voces simultáneas en la misma canción tenga un vocalista (al parecer es el compositor, pero no cogió ni una mala guitarra), que sea una mezcla entre Dave Gahan y Rick Astley que cante puño en alto y se regocije mientras hace una innecesaria versión de ‘Faith’ de George Michael? ¿Hace falta responder?
– Richard Hawley: Después del considerable éxito (no por aquí, claro) que le ha supuesto ‘Coles Corner’ al de Sheffield y que hace tiempo que merecía, se palpaba cierta expectación por esta actuación. El público fue escrupulosamente respetuoso (como en todas las actuaciones del Auditori, hay que decirlo) y guardó silencio mientras Mr. Hawley nos elevaba por las nubes con su pop etéreo y eterno. Ataviados como si hubiesen sido abducidos de un escenario de Las Vegas hace cuarenta años, la sólida banda de Hawley acompañaba con extrema eficacia la peculiar voz del británico, en uno de los mejores momentos del festival. Mención especial a la genial ‘The Ocean’ que arrancó una espectacular ovación siendo apenas el tercer tema del tracklist. Grande.
– Sparklehorse: Hawley empezó con retraso y eso hizo que llegara tarde a ver a la banda de Mark Linkous. Tenía muchas ganas de verles, después del decepcionante recuerdo de su actuación como telonero de Radiohead en la sala Canciller hace unos 8 años. Jugaron en contra la lejanía al escenario, el poco interés de mis acompañantes, la frialdad ambiental y de la misma banda (¡qué seco el Linkous!) que, pese a sonar contundente, no logró meterme en un concierto en el que se intercalaron temas de su buen nuevo álbum con muchos de los antiguos, de los que recuerdo especialmente ‘Homecoming Queen’ y ‘Sick Of Goodbyes’. Por cierto, la distancia no me permitió ver si era Sophy Michalitsianos (Sol Seppy) quién tocaba el bajo, pero debía serlo, porque cantaba como los ángeles.
– Cansei de Ser Sexy: A última hora, les cambiaron de escenario del Rockdelux (gran aforo) al Nitsa, (más modesto) y pese a no estar llenísimo, había bastante excitación. ¡Y qué justificada! Desde el segundo 1 la presencia de Lovefoxxx se hace irresistible, es uno de esos escasos ‘animales de la escena’, llenando el escenario por sí misma. No paró en ningún momento de repetir coreografías imposibles (que animaba al público a imitar con escaso éxito), de jadear, correr, gemir, cantar con corrección (sin muchos alardes, aunque no les hagan falta, la verdad), acabar cada canción en posición fetal como si de algún tipo de rito se tratase. Un puro espectáculo. Si sumamos a eso la solidez de la banda al completo (mención especial para el batería y cantante, que no se quedaba atrás en frikadas) y lo adecuado de su estilo para el directo, tenemos a la gente totalmente enfervorecida y bailando con ‘Alala’, ‘Let’s Make Love…’, ‘Bezzi’, ‘CSS Suxxx’ y un largo etcétera (algo que apenas se volvió a ver en todo el festival) en lo que para mí fue el mejor show del fin de semana y uno de los mejores y más sorprendentes de este año. Ahí queda eso. ¡¡¡XXX!!!
– They Might Be Giants: Los últimos veinte minutos de su actuación es todo lo que pudimos presenciar, después de lo de CSS. Y la verdad es que me dio pena, porque en esos veinte minutos pude ver a una banda en plena forma después de 24 álbumes (aproximadamente), contundente, divertida (desternillante el numerito final), inquieta, desconcertante, que me dejó con un buen sabor de boca, para ser el primer día de festival (el cuerpo no dio para más ese día). Muy bien.
– Laura Veirs: El sábado arrancamos la jornada con Laura Veirs. A mí personalmente me decepcionó, aunque la parroquia aplaudió a rabiar. Acompañada a la batería por un único Tortured Soul, Tucker Martine, responsable de la producción de sus últimos discos y de ‘The Crane Wife’ de The Decemberists, estuvo insegura con la guitarra, jugueteando con escaso éxito con el pedal de loops (¿se lo acabaría de comprar?). Para mi gusto su fuerte es la cantidad y calidad de los matices de sus temas, pero con tan escasa parafernalia en vivo (ni siquiera un bajista), esos matices se pierden y con ellos cierta gracia. Aun así, logró algún momento de emoción con bonitas interpretaciones de ‘Through The Glow’ o ‘John Henry Lives’. Podía haber sido tan mejor…
– Cat Power: Pese a que fuentes fiables aseguran que por la siempre compleja inestabilidad emocional de Chan Marshall se temía por la celebración de este concierto, pudimos ver a una intérprete poderosa, tanto física como artísticamente, con ese aura reservada a los grandes, con una confianza inédita hasta ahora en ella, acompañada de una sólida banda que sonó a la perfección. La incomodidad inicial con el sonido de su voz fue solucionada y pudimos ver la mejor versión de una mujer imprevisible. Con mucha pena decidí ver qué pasaba con The Pipettes, aunque con la satisfacción de haber presenciado una espeluznante ‘The Greatest’, sin duda una de las canciones de 2006.
– The Pipettes: La banda de Brighton cuya cara visible son Gwenno, Rosay y Becki se limitó a hacer lo mismo que en su disco: divertir a cascoporro. Las tres mozas se alternan al teclado y la voz principal haciendo de la torpeza (en su cantar y en su bailar) un pequeño arte. No, ya está claro que no van a ser la banda del siglo, pero cuando uno quiera ir a pasarlo bien sin más, sabe que puede contar con ellas para cantar y bailar pop del bueno durante una horita. Sólo con ver lo bien que se lo pasan ellas ya disfruta uno.
– Jeff Tweedy: No podíamos perdernos lo que para mí era uno de los grandes reclamos del festival. Y por lo que se veía en el graderío del Auditori, para mucha más gente. El alma de Wilco es ya indiscutiblemente uno de los artistas más importantes del rock de este siglo. Un sabio que, siendo consciente de que es difícil alcanzar la grandeza de su banda en vivo, apuesta en estos bolos por mostrarse con humildad y una (bueno, con varias, pero una cada vez) guitarra y una ocasional armónica, al más puro estilo Dylan, para apelar al lado más emocional y menos experimental de su repertorio, que incluye interpretaciones de sus álbumes de homenaje a Woody Guthrie junto a Billy Bragg o de su primera banda, Uncle Tupelo. Ciertamente, se trata de un show para el disfrute de sus fans, pero claro, ¡qué disfrute! Especialmente agradecido es que, en contra de lo que uno pudiera pensar, el repertorio tuvo pocas coincidencias con el DVD que presentaba, ‘Sunken Treasures Live’. Por ejemplo, pudimos disfrutar de una impresionante versión de ‘Jesus, etc.’ que invitó a cantar al auditorio (con escaso éxito, la verdad). Después de organizar un tremendo jaleo diciendo que tocaría las canciones que el público pidiera y que el caos obligó a reducir a un precioso ‘She’s A Jar’, se despidió con un desgañitado tema cantado y tocado sin amplificar. Y aseguro que se oyó en todo el teatro. Vaya que si se oyó.
– The New Pornographers: Pese a entregar buenos discos, no es esta superbanda especialmente reconocida en España. Es posible que incluso obtengan más reconocimiento sus miembros por separado. Y es algo incomprensible, porque sin duda cuenta con uno de los directos más completos que recuerdo. Sumando su gran repertorio, tan directo y pegadizo, su pericia en la interpretación (¡qué juegos de vocales!) y un gran sonido, consiguieron encandilar a aquellos que ni siquiera sabían de su existencia. Lástima que, otra vez, la inminente actuación de Art Brut en el escenario contiguo nos hiciera abandonar antes de tiempo.
– Art Brut: Aún no me explico por qué esta banda no acapara las portadas que otros coetáneos se llevan sin merecerlo. Y eso incluye a nuestro país, porque, pese a ofrecer una de las mejores actuaciones del Primavera Sound 2005, la repercusión fue tan escasa como la de su gran disco de debut, ‘Bang Bang Rock ‘n Roll’. Aun así, estoy convencido de que el carisma de Eddie Argos y su epatante presencia escénica, su verborrea incontenible, sus ganas de montarla (¡se cantó un tema entero mientras bailaba entre el público!), su afán provocador, sus maneras a lo Mark E. Smith (no pueden negar que The Fall son uno de sus referentes) no dejaron en absoluto indiferente a los que vieron su show. De hecho, me consta que se ganaron el favor de algún otro miembro de JENESAISPOP. Ya ansío que vuelvan a presentar su segundo disco, del que tocaron algunos temas. Art Brut: Top Of The Pops!
– Teenage Fanclub: Y corriendo otra vez para ver cómo la banda escocesa tocaba al completo y perfectamente ordenado su más grande álbum, ‘Bandwagonesque’, un disco que desde luego no debería faltar en ninguna discoteca de pop-rock, que redondearon con un fin de fiesta inenarrable encadenando ‘Everything Flows’ y ‘God Knows It’s True’, sus dos primeros singles. Para la ocasión recuperaron a Brendan O’hare, batería de la banda en aquella época. Sin duda, para los muchos fans de la banda que allí nos congregamos resultó muy emocionante presenciar algo así, aunque sufrieron un handicap: para el público que no conociera este disco, el show resultó difícil de entender. Eso sí, para el resto fue un momento para la historia, sin duda.
– ESG: Como además de ver conciertos hay que comer y beber, que si no no se aguanta, sólo pude ver el final del show de ESG. Las hermanas Scroggins consiguieron revolucionar al escaso público asistente con su funk seco y rudo, al que tanto deben LCD Soundsystem, por ejemplo. Aunque hay que decir que gran parte de la culpa se la deben a las arengas de su vocalista y, sobre todo, a los sensuales bailes que con sus 100 kilos (kilo arriba, kilo abajo) se marcaba con una indumentaria que escondía más bien poco.
– The Rapture: La frialdad de la pista no afectó el ánimo de los neoyorquinos. Empezaron directos a la yugular, con un sonido de batería muy, muy alto (¿fui yo el único que sintió náuseas?), y no dejaron de bailar y gritar hasta que acabó su show. El sonido de su último ‘Pieces Of The People We Love’, más domesticado y sobreproducido que en ‘Echoes’, no hace justicia al salvajismo de su directo, afilado y duro. Otra cosa era el público, que de verdad no entiendo como, en su mayoría, podía permanecer estático (que no extático) ante tal despliegue. Qué poca sangre, coño.