Estaba yo en la cola de Correos cuando oí comentar a una pareja detrás de mí que se acababa de morir Rocío Dúrcal. Me quedé helada. Porque aunque sabía que su enfermedad se había complicado últimamente, nunca creí que le ganara la batalla. O al menos no tan pronto. Todavía era joven, tenía 61 años.
Debutó en el cine siendo casi una niña con ‘Canción de juventud’. A partir de entonces, despegó su carrera como actriz y cantante con la que nunca dejó de cosechar éxitos tanto en España como en América. Nunca me interesó demasiado su faceta “ranchera” de las últimas décadas, pero reconozco que cuando suena el ‘Me gustas mucho’ en las fiestas de mi pueblo no puedo hacer otra cosa que sonreír. Cualquiera que me conozca sabe que soy fan acérrima de sus éxitos ye-yé de los 60 y de la dulzura que le ponía a sus canciones. De su cara de ángel, de cómo se comía la cámara… Me cuesta creer que ya no esté. Sobre todo cuando pienso que hace apenas unas horas cerré tan feliz mi mini-sesión en la fiesta de JE NE SAIS POP con ‘El sombrero viejecito’.
Rocío, MªÁngeles, María… te vamos a echar de menos. Pero siempre permanecerás en nuestro recuerdo, intacta, ‘Más bonita que ninguna’.