Por fin Madrid se sumó a la iniciativa de algunas capitales europeas y celebró su «Noche en blanco». Durante la noche del sábado 23 de septiembre, los madrileños pudimos disfrutar de más de 200 actividades culturales, y lo que es mejor, sin gastarnos un duro.
La Noche en blanco suponía que muchos de los edificios que normalmente no se abren, o algunos de los que más cuesta visitar por sus reducidos horarios, permanecían abiertos desde las 21 horas hasta, en muchos casos, las 6 de la madrugada. Fue el caso de sitios emblemáticos como el edificio de La Bolsa, el Teatro Real o los jardines de la Capitanía General del Ejército. Otros, como el Palacio de Telecomunicaciones (conocido popularmente como «Correos») o el Banco de España, albergaban exposiciones y muestras en su interior. Había cientos de actividades, y lo cierto es que se hacía difícil elegir, a tenor de las conversaciones dubitativas que pudimos escuchar en la calle Alcalá, viendo a una Cibeles coloreada de fondo y un Palacio de Linares repleto de fantasmas.
La noche cultural se dejó notar y mucho, principalmente en las colas que había para absolutamente todo, lo que impidió que la gente disfrutase al 100% de la orgía cultural. Y es que las colas de más de dos horas desmerecieron mucho el evento. También se percibió que Madrid necesita cada vez más que vuelvan los urinarios públicos (o te metías en un bar o hacías tus cositas en plena calle) y que el transporte precisa una inminente inyección de fondos públicos: muchos de nosotros esperamos hasta una hora y media porque los búhos estaban atestados y no efectuaban ninguna parada. Incluso conocemos gente que se dio bonitos paseos desde el centro hasta El Carmen. Llenazo y exitazo (eso sí) de la «Noche en blanco 2006», pese a sus múltiples contratiempos. Pues sí, a los madrileños nos interesa la cultura.
Uno de nuestros eventos preferidos, habida cuenta de nuestra melomanía, fue este festival de nombre tan feo. Pese a nuestras reticencias a acercarnos por miedo a morir aplastados -nada infundadas después de ver la gente que se acercó-, no pudimos vencer la tentación de ver a Vive la fête, quizá uno de los grupos que más nos gustan, en concierto. Y como siempre, Els y Dani no defraudaron a las personas congregadas en la calle Fuencarral, que saltaron y bailaron al son de algunos de sus grandes éxitos. No faltaron ‘Maquillage’, ‘Noir Dèsir’, ‘Jaloux’, ‘Hot shot’ o la apropiadísima ‘Nuit blanche’. El dúo belga sigue tan acertado como siempre: Els no se para ni un momento, lo baila todo y se vuelve loca con todas sus canciones. Por suerte, siguen sabiendo que ‘Nuit blanche’ es quizá su mejor disco y sus conciertos se basan, fundamentalmente, en la revisión de ese trabajo. Merece la pena destacar que hubo que apartar a cholos que con la excusa de cruzar la calle se plantaban delante con todo su morrazo, para luego no hacer ningún caso al concierto. También es de recibo reconocer que la fan que sacó Dani al escenario esta vez tenía muchísima actitud. ¡Que alguien le produzca un disco ya!
Mientras, en Conde Duque, otros miembros de JENESAISPOP optaron por acercarse al recital micropoético de Ajo (ex Mil Dolores Pequeños y autora de la letra impagable de ‘Retorciendo palabras’ de Fangoria), junto a Mastretta. Gran error, porque la pobre no pudo concentrarse debido al ruido, a la gente que hablaba o qué se yo, y terminó cancelando su actuación después de 10 minutos escasos. Te quedaba, como consolación, visitar la exposición de Pablo Pérez-Mínguez en el mismo recinto, con imágenes de Alaska, Almodóvar, McNamara o Ágatha Ruiz de la Prada, mientras él mismo retrataba a algunos de los cientos de asistentes.
Por la tarde, Hidden Cameras habían triunfado en el mismo escenario de Vive la fête. Con un sonido mucho más afortunado que en su anterior visita a la Sala Arena, presentaron las canciones de su nuevo disco, ‘Awoo’, ya a la venta, al tiempo que repasaban alguna antigua como ‘Ban Marriage’. Se dejaron en el tintero (¡¡otra vez!!) ‘A miracle’ y ‘I believe in the good of life’. Inaudito. En cualquier caso, estuvo muy bien escuchar las guarradas que decían en las letras mientras niños y ancianos se abrían paso entre la gente en toda su inocencia. Mención aparte merece la batería que intentó animar al público con su pobre castellano sin conseguirlo. Y es que, como hemos podido comprobar varias veces, Hidden Cameras no tienen el don de las relaciones públicas. Aunque algunos lectores que se encontraron con ellos por Chueca, puedan asegurar justo lo contrario.