A primera vista, cuenta la historia de dos medio hermanos que son los extremos opuestos: Bruno, profesor de literatura adicto al sexo, y a los calmantes, alcohólico, desequilibrado y, paradójicamente, divertido. Después está Michael, un prestigiosísimo biólogo molecular que rehúye el contacto con otras personas, apenas habla y que está empeñado en encontrar una vía de reproducción asexual para humanos. La madre los abandonó a ambos para irse a una comuna jipi a la India dejando a ambos incapacitados para establecer una relación «normal» con la gente, pero cada uno en un opuesto. Esta madre, por cierto, es otro personaje antológico por la frescura y la naturalidad con las que pasa de sus hijos y luego viene a verlos una vez al año como si no hubiera pasado nada. Casi con cuarenta años y en circunstancias totalmente distintas, los dos hermanos encuentran el amor; Bruno deja a su mujer porque ya no la encuentra atractiva y se va a un campamento nudista donde espera encontrar un polvo fácil. Lo encuentra en un jacuzzi en la persona de Christianne, una separada fan del intercambio de parejas y las orgías que le descubre nuevos horizontes sexuales y, lo mejor, el amor. Por su parte, Michael pierde su virginidad con Annabelle, su amiga de la infancia y eterna enamorada con quien por fin se decide a intimar después de quince años. Parece que la vida por fin sonríe a los hermanos, pero la fatalidad se ceba con ambos, especialmente con Bruno, inundando de pesimismo la pantalla.
‘Las partículas elementales’ son un espejo del propio ser humano personificado en estos dos medio hermanos: uno que representa todos los vicios, Bruno, (intenta seducir a una alumna de muy mala manera, le enchufa a su hijo aún gateando medio tranquilizante para que deje de llorar, es racista como él solo, fuma, bebe muchísimo…) y otro que representa la inteligencia y el sentido práctico, Michael (es un genio desde la infancia, no malgasta una sola palabra, siempre hace lo que se espera de él, no se moja con nada…). Los sentimientos los ponen las dos mujeres con las que se relacionan, Annabelle con su dulzura y fragilidad y Christianne con su sensualidad y ganas de aprovechar el tiempo que le queda de vida.
Tanta reflexión sobre el ser humano no quiere decir que ‘Las partículas elementales’ no sea una película a ratos divertidísima -se escuchaban carcajadas en el cine- y a ratos conmovedora. Los protagonistas, tan polarizados, llevan algo de todos nosotros y al final hasta les acabas cogiendo cariño, como sucede al leer la novela. A pesar del retrato tan cruento que hace del hombre occidental, esta película resulta un interesante ejercicio de autocrítica que a muchos les puede resultar incómodo, pero que Houellebecq (a través de Oskar Roehler) hace de una manera directa, sencilla y sin tapujos. 8