Esta mañana nos desayunábamos en Europa una noticia que, no por muy previsible y muy esperada es menos importante. Britney Spears ha presentado una demanda de separación a su aún esposo Kevin Federline, también conocido ahora que es rapero como K-fed. Esta separación ha sido largamente esperada por los grupos de fans que se han movilizado para que la princesa del pop saliera de esa vida que Kevin le venía dando desde que se casaran en 2004, caracterizada principalmente por embarazos, partos, una barbaridad de kilos de más, el parasitismo más descarado y la grabación de fallidos discos de hip hop. Estos fans se organizaron formalmente para ayudar a su reina a volver a lo que era antes e incluso hicieron una recogida de firmas instando a Britney a dejar a su marido.
La Spears dio a luz a su segundo hijo hace sólo dos meses, pero hace un par de días hizo una aparición sorpresa en el programa de David Letterman donde la vimos muy delgada, bastante bien vestida para lo que es su costumbre y, en definitva, convertida en una mujer nueva. Todo, además de los rumores de divorcio que la han acompañado durante sus intensos dos años de matrimonio, hacía predecir que al día siguiente anunciaría su separación públicamente. La unión Spears-Federline ha dado muchos frutos, dos en forma de bebé, un reality que se emitió en la MTV al poco tiempo de casarse titulado ‘Chaotic’ y una infinidad de carnaza para toda la prensa rosa mundial, entre otras cosas. Éste es el segundo matrimonio de Britney, ya que se casó con un amigo de la infancia en Las Vegas en mitad de una borrachera, aunque se divorciaron 48 horas después. Seguro que en menos de seis meses tenemos disco nuevo y, quién sabe, reconciliación, dúo musical o embarazo psicológico con Kevin Federline… No sé qué será, pero algo de esto cae fijo.