Jarvis Cocker live

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Jarvis Cocker live

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Foto de Indyrock (Tomás Ramos)

Los fastos por el sexto aniversario de la Sala Razzmatazz tenían un cierre muy especial: el pasado 22 de diciembre Jarvis Cocker presentaba por primera vez en directo en España su primer trabajo en solitario. Y no pudo hacerlo de mejor manera: sin nostalgias (a pesar de actuar en una sala cuyo nombre viene de una de las mejores canciones que él ha compuesto), con mucha más energía de la que se podía esperar y con un éxito rotundo. Jarvis no necesita a Pulp para seguir dando unos conciertos excepcionales.

Apareció muy puntual, a las diez, ante una sala abarrotada y expectante. ¿Vendrá Richard Hawley? ¿Y Steve Mackey? ¿Se sentará en una silla y cantará tocando la guitarra todo el rato? Las respuestas fueron no, sí y no, respectivamente: le acompañaba una banda entre cuyos miembros estaba el ex-Pulp Mackey pero no Hawley y apenas cogió la guitarra para un par de temas, ya que el resto del concierto se lo pasó correteando de un lado a otro poniendo en práctica esos movimientos de marioneta que sólo sabe hacer él. Delgadísmo, vestido con una camisa de cuadros y una americana entallada, con el pelo que parecía que se hubiera limpiado la grasa de las fish and chips en él y sus características gafas de culo de vaso, llenó con su extraña presencia todo el escenario. Arrancó con la atronadora ‘Fat Children’, continuó con la pegadiza ‘Don’t Let Him Waste Your Time’ y así fue desglosando tema a tema su disco homónimo. Ni una concesión a Pulp (se escuchaba entre el público a la gente que le pedía a gritos ‘Babies’ o la misma ‘Razzmatazz’) y menos a Relaxed Muscle. Para cerrar el bis dijo que iba a cantar una canción antigua, y todos cruzábamos los dedos para que fuera un ‘Something Changed’ o un ‘Do You Remember The First Time’, pero resultó ser una sorprendente versión de ‘Satellite Of Love’ que encantó a propios y extraños.

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El músico sigue conservando intacto su sentido del humor y sus habilidades de showman: entre canción y canción no paraba de hablar de lo divino y de lo humano -hasta tuvo tiempo de disculparse por sus escasos conocimientos de español y de desearnos Feliz Navidad-. Hubo un momento que, si llega a ser con otro músico, podría haber terminado en tragedia, pero Jarvis lo convirtió en algo realmente divertido: alguien le tiró una braga faja enooorme de color carne; él la recibió gustoso y dijo «no sabía que estaba mi mujer por aquí». El público enloquece. Luego se seca el sudor con la sensual prenda y remata «no soy nada escrupuloso». El público se termina de rendir aún más. Tan polite, tan genial y tan Jarvis como siempre, en este concierto pudimos comprobar que el mito sigue vivo y coleando y que su nueva etapa es tan buena como cualquiera de las anteriores. ¡Viva Jarvis! 8

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