Clint Eastwood se pasa prácticamente al docudrama con ‘Banderas de nuestros padres’, donde recrea los días previos y las semanas posteriores a la batalla de Iwo Jima, que dio lugar a la fotografía más famosa de la II Guerra Mundial y a una de las imágenes más reconocibles del siglo XX. El levantamiento de esa bandera supuso todo un soplo de esperanza para la sociedad norteamericana, que no paraba de ver cómo sus jóvenes eran masacrados en una guerra tan lejana como desconocida, así que el Ejército decidió devolver a los izadores a su país como héroes para levantar los ánimos. Pero de esos héroes sólo regresan tres: un joven enfermero -interpretado por un convincente y guapísimo Ryan Philippe-, un nativo americano y un mensajero más bien cobarde y algo trepa. El resto de su escuadrón murió de mala manera en combate, algo que marcó definitivamente a dos de los tres soldados (el enfermero y el nativo), que creen que la palabra «héroe» les viene muy grande y más teniendo en cuenta que ellos han salvado la vida. Una vez en Estados Unidos, los tres jóvenes deberán pasearse por todo el país dando mítines y haciendo representaciones del alzamiento de la bandera para convencer a la sociedad de las bondades de la guerra y de que se continúe invirtiendo en ella. Y es precisamente esto lo que desmoralizará a dos de ellos del todo.
Desde mi punto de vista, esta película representa muy bien lo que debe estar experimentando actualmente el americano medianamente informado que ve cómo ahora tampoco paran de llegar féretros de soldados con cuentagotas, provenientes de una guerra tan lejana como la II Guerra Mundial. Ese sentimiento de desesperación al ver morir a sus jóvenes y de no saber muy bien qué hacen ahí se refleja muy bien en la película, que realmente no se podía estrenar en momento más oportuno. Eastwood se encarga también de recordarnos la inutilidad de las guerras especialmente en las escenas de combate cuerpo a cuerpo, donde se produce la deshumanización total de los soldados en una carnicería que no termina hasta que no acabas con la vida de tu enemigo. Como alegato antibélico, esta película no tiene precio. Eso sí, las batallitas se hacen un poco pesadas y la cinta se alarga hasta los 132 minutos. Media hora menos de duración sería de agradecer.
En general, es una película que te deja un poco frío si no eres muy fan del cine bélico, pero si te la tomas como un documental y te pones a hacer símiles con la actualidad, resulta entretenida. Lo que sí va a resultar muy interesante es la misma batalla de Iwo Jima pero desde el otro lado de la trinchera, es decir, desde el punto de vista de los japoneses, ‘Cartas desde Iwo Jima’. La ha rodado el mismo Clint Eastwood (un hecho de lo más loable ya que, cuando se refiere a la II Guerra Mundial, muy pocos se preguntan qué pasaba en el bando no Aliado) y en España no la podremos ver hasta marzo, pero sin duda merece la pena saber cómo vivieron estos hechos tanto la sociedad civil como el ejército nipones. Y es que en una guerra siempre hay dos bandos, ¿no? 6,5