Como una corriente eléctrica que ilumina la vida de sus personajes y el pegamento que los une, el sexo es el eje central de esta curiosa película, ‘Shortbus’, la segunda de John Cameron Mitchell, a quien recordamos por la celebrada ‘Hedwig and the angry inch’.
El escenario es la ciudad de Nueva York, que a lo largo de todo el film se va preparando para un gran apagón (que simularán de una manera muy apañada y efectiva con una sencilla maqueta de cartón, muy significativa) causado por las propias miserias sexuales de esos personajes que protagonizan esta historia. Una consultora sexual preorgásmica y que no cree en el orgasmo, una pareja de gays (James y Jamie) que tienen serios problemas de comunicación, Severin, la prostituta sadomasoquista que está harta de su vida, un mirón empedernido… Todos ellos se encuentran en el Shortbus, una suerte de cabaret medio clandestino donde la única norma es que no es no y en el que sus asistentes pueden dejarse llevar por todos sus instintos sexuales, con y donde quieran, charlar de sus cosas o simplemente hacer amigos. Cualquier cosa es posible en Shortbus.
Esta película no pasaría de ser la típicia película indie de mediana calidad (actores desconocidos, ambiente modernillo diálogos ingeniosos, crisis en las parejas…) si no fuera por lo que le ha dado fama desde mucho antes de su estreno: el s*exo en vivo. Sí, en ‘Shortbus’ hay mucho s*exo y además es de verdad, sin dobles ni planos trucados ni insinuaciones: erecciones, penetraciones, s*exo oral, o*rgías l*ésbicas, heteros y mixtas… Todo es real y lo practican los propios actores que, por cierto, no vienen del mundo del porno. A pesar de lo explícito de la mayoría de las secuencias (la autof*elación es bastante priceless), al salir del cine te quedas con algo más que las escenitas de sexo en vivo y en directo: que la incomunicación es uno de los grandes males que sufren los urbanitas de hoy día, que el miedo al sexo no es otra cosa que el reflejo del miedo a ser nosotros mismos, que estamos llenos de inhibiciones y que todos tenemos o necesitamos un Shortbus -aunque no sea necesariamente un club de intercambio de parejas- donde dejarnos llevar.
Muchos reconocerán en la banda sonora grandes canciones como ‘Boys Of Melody’ de The Hidden Cameras, o temas de Yo La Tengo, Animal Collective o Scott Matthew. Además, hay un cameo con bastante protagonismo por parte de JD Samson, la del bigotillo, gafas y gorra de Le Tigre. En el final -que recuerda indefectiblemente a ‘Hedwig’- hay tintes de musical y un mensaje claro: el sexo es la electricidad que mueve, si no al mundo entero, al menos a Nueva York. 7