Pongámonos en situación: el novio de esta chica iba conduciendo el coche de ella, y resulta que su índice de alcoholemia superaba el 0,60; lo que se considera una imprudencia temeraria y está penado por la ley. Por este motivo, esta persona no puede seguir conduciendo (tiene que quedarse hasta que llegue la furgoneta de atestados para ponerle una denuncia y tal) y otra persona tiene que hacerse cargo del coche, que en principio iba a ser la novia, propietaria del vehículo. El test es simplemente esperpéntico: ella, más borracha que una cuba, empieza a aspirar en lugar de soplar. Pero no una, lo hace hasta tres veces.
Evidentemente también está bebida (0,55; más del doble de lo permitido por la ley) y no puede hacerse cargo del coche. El periodista comienza a hablar con ella, que termina inventándose una historia sobre por qué las mujeres deberían poder conducir con más alcohol en sangre que los hombres, ya que tienen menos cantidad de una hormona del hígado (sic.) que metaboliza el alcohol (!). La teoría se cae por su propio peso. ¿No será al revés, bonita? ¿No será lo lógico que a mayor hormona, mayor tolerancia al alcohol? Entonces nos enteramos de que estudia 4º de medicina. Yo la hubiese suspendido inmediatamente. Finaliza su tesis con un «Es que yo no tengo la culpa de ser una mujer». ¡Ole!.
Pero el momento álgido viene con una escena propia de ‘Algo pasa con Mary’. «Tienes algo en el pelo, pasta de dientes o algo», dice el periodista. «No, es otra cosa», contesta ella. «¿Nata o algo así?», vuelve a inquirir él. «No, otra cosa», responde. Finalmente, intrigado, vuelve a la carga: «¿Entonces qué es?». Ella se parte el pecho y dice: «No me acuerdo». Pues sí, señores: es una corrida de tomo y lomo. ¿Qué habrán pensado los padres de esta moza cuando hayan visto el percal en la tele? Porque yo, personalmente, ya hubiese salido del país y habría solicitado asilo Kazajistán.