¿Por qué el hip-hop no cala en España?

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¿Por qué el hip-hop no cala en España?

No falla. Cada vez que hablamos de hip-hop, es la noticia menos leída del día o del mes. En España no interesa nada lo que le pase ni siquiera a Common, a Jay-Z o a Dizzee Rascal, que de hecho nunca se dejan caer por nuestro país para actuar o promocionar sus discos. Mike Skinner de los Streets actúa en noviembre en Madrid y Barcelona en salas muy pequeñas y sabe Dios si alguna vez Kanye West traerá una de sus mastodónticas giras. Si acaso a algún festival, a un Palacio de los Deportes o a un Palau Sant Jordi desde luego nunca: no hay público.

Esta semana precisamente Kanye West ha hecho una pre-escucha de su nuevo álbum para la prensa en Estados Unidos. Rolling Stone, que ha asistido al evento, reporta que es un disco sin samples ni raps, un álbum conceptual sobre el amor y el desamor, sobre la muerte de la madre de Kanye. Nos preguntamos si algo así gustará más en España, si gustará menos en Estados Unidos o si las cosas se quedarán como están.

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Nadie sabe en España quiénes son Lil Wayne o T.I., dos de las estrellas más de moda en Norteamérica. En los últimos años, aunque el hip-hop se ha abierto al mundo del sample, haciendo guiños a Europa, incluso no ya a la música inglesa sino a la francesa como en el caso de Kanye West a Daft Punk, sólo ha calado en nuestro país en su versión femenina. Rihanna, Beyoncé o Nelly Furtado, después de salvajes esfuerzos promocionales, han conseguido su disco de oro. De la misma manera que La Mala vende más que cualquier grupo de hip-hop español masculino.

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Es más difícil para los chicos. Ni siquiera un guaperas blanquito como Justin Timberlake consigue hacerse famoso. Aún hay mucha gente que entiende el hip-hop como una sucesión de chulos envueltos en cadenas de oro, diciendo tacos y matándose entre sí. Sin embargo, en otros países se ha ido convirtiendo en el pop con mayúsculas, no sólo por la salvaje promoción, sino por la versatilidad que ha ido mostrando el género, tan capaz de samplear clásicos del soul de los 60 como éxitos electropop de los 90, ochentadas y blues setenteros en medio.

Ahora Kanye West, quizá el americano más progresista, amigo de la mujer y de los homosexuales, dice que ni siquiera rapeará ni sampleará en su nuevo disco. Siempre preocupado por las críticas, ha declarado esta vez: «Es un disco que ha salido de mi corazón. Me importa una mierda que alguien diga que mola o no. Estoy aquí para traer una positividad que no puede ser juzgada. Sería como juzgar el amor de tu abuela, como si alguien dice que «el amor de tu abuela se lleva dos estrellitas y media» o «tu abuela no vendió un millón en una semana»».

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No es el primer disco sobre amor de hip-hop que se hace (los Streets llevan un par), pero quizá contribuya a cambiar la percepción de prepotencia que se tiene sobre el género. O quizá no, quizá haya en sus estrellas poca modestia y demasiado ego. Y además al fin y al cabo Kanye escogió a una decena de mujeres desnudas (muy arty, eso sí, a cargo de Vanessa Beecroft) para la performance de la presentación…

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