Te das cuenta de que un grupo es importante en tu vida cuando descubres la cantidad de bromas que tienes sobre ellos. Reconozcámoslo: a día de hoy Fangoria pueden caernos más o menos gordos, y sus discos pueden ser más o menos irregulares, pero desde luego que son un grupo imprescindible en nuestras vidas y en nuestra memoria musical. No en vano, son blanco de todo tipo de chascarrillos que, en el fondo, sólo hacemos con esos grupos de los que somos fans fatales; a los que seguiríamos hasta el mismísimo infierno si un día les diese por hacer flamenquito fusión y a los que podemos criticar despiadadamente porque eso es lo que tiene el buen fan: que conoce tanto la historia del grupo, las canciones y su idiosincrasia que lo considera parte de la familia. Y como tal, y haciendo gala de ese grandioso refrán («donde hay confianza da asco») sus apreciaciones son tan duras como benevolentes, dependiendo de si algo nos gusta o no.
Todo esto sirve para ilustrar el concierto que Fangoria dio ayer en las fiestas de la Villa de Vallecas, en uno de los pocos directos que han dado en la promoción de su nuevo disco, ‘Absolutamente’, que ya criticamos en su momento.
A la hora convenida, Alaska, Nacho, la guitarrista y Spunky subieron al escenario, y Alaska saludó, muy simpática (dijo que esta vez no se iba a caer) al granado público que había: algunos fans, bastantes familias y gente de todo tipo que hubiese estado allí hubiese quien hubiese en el escenario, como pasa siempre en los conciertos de las fiestas patronales de pueblos y barrios. Quizá por eso sorprendía que no hubiesen modificado un poco más el setlist, aunque sí hubo varias concesiones a canciones más conocidas en un show que tuvo un total de veinte canciones. Las cosas como son: Fangoria se lo curraron.
Tocaron ‘Absolutamente’ casi al completo (no faltó siquiera ‘Con los ángeles’, esa canción que jamás comprenderemos) y se notó que -frente a temas anteriores- los del último disco de Fangoria tienen menos tirón. ‘La pequeña edad de hielo’ se confirma como lo mejor del último elepé y ‘Ensayo para una despedida’ o el mismo primer single, ‘Más es más’, suenan bien a pesar de unos arreglos algo desacertados, basados en guitarras que hacen que las melodías terminen resultando más planas de lo que Fangoria nos tiene acostumbrados.
También sonaron canciones como ‘Retorciendo palabras’, ‘Miro la vida pasar’, ‘Ni tú ni nadie’ y ‘No sé qué me das’, que sí hicieron que la totalidad del auditorio bailotease a gusto. Mención especial merecen esos bailarines (¿aficionados?) que quedan un poco regular -no vamos a engañar a nadie, que hemos visto cuerpos de baile bastante más apañados- y unas coreografías que tampoco son precisamente lo más reseñable. Especialmente en ‘Absolutamente’, donde sacan unas sillas de Ikea y hacen unos bailes más sofisticados y rompedores que los de ‘Flashdance’ y ‘Cabaret’. Un no parar, oiga. Claro, que si Róisín nos convenció en su día con unas lámparas compradas en la multinacional sueca, Fangoria no iban a ser menos.
Sin embargo lo grande viene cuando, incluso a pesar de que Mario Vaquerizo salga al escenario en la última canción, cante con bien de vocoder una canción que no eres capaz de reconocer (!), y de que el último disco lo hayas escuchado entre poco y muy poco (para lo que sueles escuchar los discos de Fangoria, se entiende); te das cuenta de que el sonido ha sido impecable (repetimos, impecable: hemos estado en conciertos de a 70€ donde el sonido era bochornoso en comparación) y que te lo has pasado muy bien. Ahí es cuando te das cuenta de que por mucho que los critiques y repitas hasta la saciedad frases de su ‘Celebrities’ y homenaje en Muchachada Nui, siguen siendo uno de tus grupos favoritos.