En los últimos años la novelas de Philip K. Dick se han convertido en una especie de comodín para Hollywood, en una coartada entre friqui y cultureta para legitimizar un producto cinematográfico. Tras los éxitos en los 90 de ‘Desafío Total’ y ‘Blade Runner’ (en los 80, cuando se estrenó, fue un fracaso), la catarata de adaptaciones, la mayoría reguleras, se precipitó: ‘Asesinos cibernéticos’ (1995), ‘Infiltrado’ (2002), ‘Minority Report’ (2002), ‘Paycheck’ (2003), ‘A Scanner Darkly’ (2006), ‘Next’ (2007)… Y las quedan por llegar: ‘King of the Elves’, ‘Radio Free Albemuth’ y la esperada ‘El hombre en el castillo’ (su novela más reconocida). Por no hablar del remake de ‘Desafío total’ y lo que dará de sí la reciente compra de los derechos sobre ‘Blade Runner’.
La última en llegar ha sido ‘Destino oculto’, horrenda “traducción” de ‘The Adjustment Bureau’, relato publicado en castellano como ‘Equipo de ajuste’ (Cuentos completos, ed. Minotauro). Y desde ya se coloca en el podium como una de las peores. El debutante George Nolfi, guionista de ‘El ultimátum de Bourne’ u ‘Ocean’s Twelve’, es incapaz de hacer avanzar la película en las dos direcciones que pretende: como relato de ciencia ficción y como historia de amor bigger than life.
La fábula sobre unos ángeles burócratas, unos funcionarios del Olimpo que se dedican a “ajustar” (de ahí el título original) las vidas de los mortales cuando se desvían de su destino, está puesta en imágenes de manera tan plana, con tan poca potencia visual (salvo quizá esas carreras a través de las “puertas” de Nueva York), que más que un filme de ciencia ficción parece un thriller de sobremesa. Por más que la película se beneficie de un ritmo ágil y mantenga, a duras penas, el interés del espectador (gracias a lo atractivo del argumento), el director es incapaz de transmitir ese sentimiento de paranoia y esquizofrenia tan característico de las creaciones de Philip K. Dick. Siguiendo las andanzas de David Norris (un correcto Matt Damon, que casi acumula peli por semana), nunca experimentamos algo parecido a los viajes existenciales y metafísicos del Rick Deckard de ‘Blade Runner’ o el Douglas Quaid de ‘Desafío total’.
En cuanto a la historia de amor (fou), es incluso peor. La química entre Matt Damon y Emily Blunt es tanta como la que existe entre los judíos y John Galliano. De nuevo George Nolfi es incapaz de insuflarle vida a ese romance, de levantar de la hoja del guion una relación con tanto potencial romántico y metafísico. La huida de la pareja en contra de su destino resulta tan poco emocionante como ver los Oscars de este año, y la reflexión sobre el azar y el libre albedrío tan pobre como el final de la película. 3.