Tras un viernes sin mucha historia, nuestras esperanzas estaban puestas en el sábado, que empezó pronto: a las cuatro de la tarde ya había una cola impresionante para recoger las entradas que daban acceso al Auditorio Mondosonoro para ver la esperada actuación de Patti Smith. Mil localidades fueron pocas y mucha gente se quedó fuera. Mientras hacía cola, la gente podía entretenerse mirando a los chavales que ya estaban dándolo todo en la carpa SOS Club, donde durante ambos días se pudo disfrutar de sesiones de DJ desde las doce de la mañana hasta fin de fiesta, y es que el leit motiv de esta edición del festival era la cultura de baile. A esas horas era Tomás Fernando Flores, presentador del programa ‘Siglo XXI’, uno de los clásicos de Radio 3, el que pinchaba. El sonido resultaba atronador pero más tarde se mezclaría perfectamente con el del resto de escenarios y la estampa de festivaleros bailando hasta la extenuación sobre la tarima del SOS Club no resultaría tan pintoresca. Algunos de los mejores momentos del fin de semana se vivieron allí, como la sesión de Caribou, toda llena de ritmos alejados de la machaconería y que, por supuesto, pinchó ‘Odessa’.
Patti Smith: Acompañada de dos de sus músicos de confianza, Lenny Kaye y Tony Shanahan, dio una lección de cómo hacer rock auténtico, rock del bueno, solo con guitarra y bajo acústicos y un piano ocasionalmente. Brutal. El público estaba entregadísimo y ella les regaló parte de sus éxitos, desde ‘Because the Night’ a ‘Gloria’ pasando por ‘Dancing Barefoot’ o una ‘People Have The Power’ para la que contó con un invitado de excepción, Sr. Chinarro, a quien había conocido en una charla sobre música y literatura horas antes. Patti Smith se disculpó por no hablar castellano y dedicó un tema a Roberto Bolaño y otro a Severiano Ballesteros, que había fallecido ese mismo día. Conserva intacta la voz y la energía de sus años mozos y quizá lo único que no acabó de cuadrarme fue ese populismo del que de vez en cuando hacía gala, paseándose al borde del escenario para dar la mano al público de la primera fila o con sus loas a España y a Murcia. Cosas de cuando las estrellas del rock existían y tenían que cuidar a sus fans. Pero ello no afectó a un concierto impecable, sobrio y espléndido, con una calidez inusual en un festival y que muchos seguramente recordarán hasta el final de sus días.
Editors: Ante el reclamo de Suede y la ausencia de grandes novedades por su parte (este año han lanzado un recopilatorio que incluye caras B y rarezas), la banda de Tom Smith -que ha ido paulatinamente abandonando su look elegante y oscuro para parecerse más a una versión granjera de Justin Timberlake- pasaba medianamente desapercibida en el cartel del festival. Sin embargo, reunió a mucha gente quizá gracias a los que se quedaron tras el concierto de White Lies en el mismo escenario y el poco tirón para un festival de estas características (indie y popular a partes más o menos iguales) de Mujeres, grupo garajero catalán -como se preocuparon en dejar claro con un «Visca el Barça, visca Catalunya» al final de su actuación, según me contaron-, programado en el Jägermeister. Canciones como ‘Munich’ siempre tienen tirón y mucha gente hizo el pogo, pero en general fue un concierto algo irregular.
Everything Everything: Aparecieron ataviados con unos monos grises y lo petaron. De los grupos noveles que han pasado por el SOS este año (publicaron ‘Man Alive’ en 2010), han sido los más espectaculares, sin duda. Practican una mezcla de pop gomoso que recuerda a semiolvidados grupos ochenteros como Haircut 100 o Heaven 17 y melodías rápidas cantadas en falsete la mayoría de las ocasiones. Algunos los llaman raros; otros, simplemente divertidos. Temas como ‘MY KZ UR BF’ o ‘Schoolin» ganan en directo, donde teclados, samplers y programaciones encajan a la perfección con guitarra, bajo y batería. Me quedé con ganas de escuchar ‘Photoshop Handsome’, pero había que llegar a tiempo para encontrar un buen sitio donde ver a Suede.
Suede: Pese a algunos problemas técnicos (hicieron la prueba de sonido justo antes del concierto), el grupo de Brett Anderson fue el gran triunfador del festival, con un público completamente entregado que coreó hasta el final todos los temas, incluyendo ‘Killing of a Flash Boy’, cara B del single ‘We Are The Pigs’ -que también interpretaron- y que aparecía en el recopilatorio de rarezas de la banda ‘Sci-fi Lullabies’. A pesar de sus 43 años, Anderson se mantiene en plena forma y no paró de dar saltos, correr de un lado a otro y desabrocharse botones de la camisa mientras cantaba un repertorio en el que no sobró ninguna canción. Así, dieron un repaso a su carrera (a excepción de su último LP, ‘A New Morning’) dando especial relevancia al tercer álbum, ‘Coming Up’, del que sonaron ‘Trash’, ‘Beautiful Ones’, ‘By the Sea’, ‘She’ y ‘Saturday Night’, que cerró un set en el que se dejaron algún éxito (‘Lazy’, ‘Electricity’) por falta de tiempo. Cosas de los festivales. Solo les vi antes en una ocasión, el FIB de 2002, y este concierto pareció clavado al de nueve años atrás.
!!!: Ya sea en formato festival o en concierto largo, los de Nic Offer lo dan todo. Con su atuendo veraniego (camiseta, shorts y chanclas; sospecho que son las mismas prendas que le he visto en todos sus anteriores conciertos), el vocalista lanzó hacia delante una actuación en la que se echó de menos la voz de Shannon Funchess, su habitual colaboradora. Aun así, rompepistas como ‘Me and Giuliani Down by the Schoolyard’ o ‘Heart of Hearts’ sonaron tan demoledores como de costumbre. Cuando Offer abordó la recta final de su actuación con una americana con bombillas rojas y blancas, todos temimos que su sudor provocara un cortocircuito, porque este hombre debe adelgazar varios kilos por concierto. Una pena que el sonido del escenario Jägermeister no estuviera a la altura.
The Zombie Kids: Estos DJ’S han conseguido que el Zombie Club sea un clásico de la noche madrileña… siendo los miércoles. Su set no es apto para todos los gustos por su querencia por los sonidos más duros, lo cual en ocasiones lo convierte en bastante machacón. Fueron la guinda a un festival que, a pesar de los buenos momentos (sobre todo con Patti Smith), no dio mucho lugar a sutilezas.