Las primeras horas de la jornada del jueves del Primavera Sound estuvieron marcadas por el fracaso del método de venta de bebidas. La organización había ideado un moderno sistema de tarjetas recargables con dinero desde casa, pero la web en la que tenías que hacer la asociación se cayó y además muchas de las barras no aceptaban las tarjetas por problemas informáticos, por lo que tuvieron que permanecer cerradas. Hasta las nueve de la noche no se decidió pasar al dinero efectivo, y hasta la madrugada no se devolvió el dinero a los que lo habían ingresado en las tarjetas desde casa. Para lo musical, fue una gran jornada, en la que destacaron los conciertos de Flaming Lips, Big Boi, Grinderman, Caribou o Cults.
Triángulo de Amor Bizarro: Programados a las seis de la tarde, los Triángulo capearon divinamente el hecho de que los asistentes al Primavera Sound todavía estuvieran algo fríos y perdidos ante la carestía de las cervezas y bebidas. Sin embargo llevaron a buen puerto un concierto en el que no solo se centraron en su último disco, sino que trataron muy bien su debut, incluso empezando con ‘Mal como efecto de la mala voluntad’ y rindiéndole tributo con ‘Isa vs. el Partido Humanista’ o ‘El fantasma de la transición’, entre el resto de las canciones de ‘Año Santo’, del que sonaron entre otras ‘De la Monarquía a la Criptocracia’, ‘Amigos del género humano’ o ‘El baile de los caídos’. A pesar de la prontitud, demostraron que siguen siendo uno de los grupos españoles más solventes, empezaron sin muchos remilgos y dieron un más que digno concierto repleto de hits. Farala.
Emeralds: El trío de Cleveland, quizá influido por la hora tempranera, apostaron por su vertiente más ambient, con un repertorio vertebrado en su último disco ‘Does It Look Like I’m Here?’. Pero esa lucha constante entre diferentes sonidos analógicos no consiguió alcanzar la intensidad esperada, con un sonido que solo les acompañó a ráfagas. Pese a tener buenos momentos, su particular estilo cayó en su propia trampa y en ocasiones se instaló en un sinfonismo un tanto obvio. Afortunadamente, en la recta final las guitarras de Mark McGuire ganaron protagonismo (básicamente, pisó el pedal de distorsión) y consiguió que crecieran en intensidad, arrancando ovaciones. Raúl.
Cults: Madeline Follin cautivó por completo al público del escenario ATP, amenazando con convertirse en la nueva Lykke Li. Apareció en escena con un minivestido blanco y demostró una potencia de voz muy poco habitual en los conciertos indies. El grupo, en directo de cinco miembros, comenzó el concierto con la infalible ‘Abducted’ e incluyó en su set de media hora exacta (¿para qué más?) canciones ya conocidas por el público como ‘The Curse’. La delicadeza de Madeline o del metalófono que aparece en varios temas contrastaba de manera deliciosa con algún «so fuck you» y la gran melena rockera de Brian Oblivion, que se dedicó tanto a la guitarra como a los teclados. El hit mejor recibido, ‘Go Outside’, no decepcionó en vivo respetando su inspiración africanista y canciones como ‘You Know What I Mean’ sobrecogieron vista la pasión que ponía Madeline en su interpretación. Prometedores. Sebas.
Of Montreal: La banda de Kevin Barnes debió de batir récord de sobrepeso en su vuelo desde Canadá cuando decidieron traer de gira todos esos disfraces de superhéroe, de cerdos, de Diabéticas Aceleradas, de lucha libre y un largo etcétera, que pasearon por el escenario. Entre músicos y performers suman una decena de miembros y, entre carcajadas y ritmos funk, sólo les falló un repertorio que pudo ser mejor. Aunque sonaron ‘Coquet Coquette’, ‘The Party’s Crashing Us’ y hacia el final ‘A Sentence of Sorts In Kongsvinger’ o ‘She’s A Rejecter’, se echa mucho de menos por ejemplo ‘The Past Is A Grotesque Animal’ o una mejor orquestación del set en su primera mitad. Así y todo, un set payasete, entretenido y de mucho mejor sonido que el que les hemos visto en otras ocasiones. Sebas.
The Fresh & Onlys: El cuarteto de San Francisco pone rápidamente sus cartas sobre la mesa: rock garajero con un punto melancólico, que hace pensar tanto en The Cramps como en R.E.M., con un Kyle Gibson que se reveló como un discreto pero admirable héroe de la guitarra. Ciertamente, sus esquemas son limitados pero su encanto 60s y canciones tan bonitas y redondas como ‘Waterfall’, ‘Grey Eyed Girl’ o ‘Summer Of Love’ sirvieron para hacer pasar un rato muy agradable y entretenido. Raúl.
Big Boi: No fue sólo por la falta de costumbre de ver conciertos del estilo. El show de Big Boi, que se acompaña de un DJ y un MC, deslumbra porque es milimétrico en cuanto a rapeos y proyecciones, por las que pasan mujeres, raperos y escenarios «urban» de enorme calidad, desparpajo y hasta diría que un puntito de ironía. Suenan hits propios, de Outkast y ajenos, a veces en formato de sample de menos de un minuto, como es el caso, por desgracia, de ‘Follow Us’, ‘General Patton’ o ‘We Will Rock You’ de Queen. En un momento del concierto, saltan al escenario una docena de chicas que veían el concierto desde los laterales para mover el pandero. La imagen de Big Boi entre ellas dándolo todo es hilarante. Con el bis con ‘Tangerine’ y ‘You Ain’t No DJ’, apoteosis. Queremos más niggas y menos indies. Sebas.
Grinderman: El concepto de Grinderman, alter ego más salvaje y rockero de Nick Cave y los Bad Seeds Warren Ellis, Jim Sclavunos, y Martin P. Casey, parece más apropiado para una sala de conciertos que para el escenario grande de un festival, pero para una leyenda del rock esos detalles no tienen importancia. Ni siquiera necesitó Cave un repertorio especialmente «fácil» para ganarse a la audicencia, le bastaron dos o tres de sus brutales trucos para tenernos comiendo de su mano. Bueno, eso y la fiereza de una banda espectacular. Los caramelos envenenados ‘No Pussy Blues’, ‘Heathen Child’ o ‘Honey Bee’ son aperitivos para números más amenzantes y afilados como ‘When My Baby Comes’ o ‘Kitchenette’ que, pese a su densidad, resultan perfectos para que estas bestias muestren todo su poder. Soberbio. Raúl.
The Walkmen: Podía parecer un marrón lo de coincidir con Grinderman, pero la convocatoria de público no fue un problema en absoluto para The Walkmen, que abarrotaron el escenario Pitchfork. ¿Cuál fue su problema? Que de lejos pero por encima se oía gruñir de vez en cuando a Nick Cave. Mucho tenías que adentrarte entre la gente para concentrarte en la propuesta del grupo, que sólo llegaron a disfrutar las primeras filas. A pesar de que se echó en falta más potencia en el sonido, un trajeado Hamilton y los bailes del guitarrista Paul Maroon fueron tan encantadores como sus canciones y ‘The Rat’, colocada en el penúltimo lugar del set, arrasó por completo. Sebas.
Suicide: Martin Rev y Alan Vega salieron casi literalmente arrastrándose al escenario, lo que hizo temer lo peor sobre su repaso al primer disco, homónimo, del grupo. Pero aquel ‘Suicide’ comenzaba con un ‘Ghost Rider’ recientemente reivindicado por M.I.A. que hizo meterse a los nostálgicos y también a los fans de nueva hornada en su set experimental. Mientras Martin, con luces azules sobre la cabeza, aporreaba las notas más graves de su teclado, una multitud de jóvenes bailaban orgiásticas y extasiadas en las primeras filas. A pesar de que a veces el resultado de experimentos y voces era demasiado denso (la salida de Alan antes del bis fue un despropósito) y la gente se iba a sentar, lanzaron todo su admirable arsenal en canciones como ‘Johnny’, ‘Frankie Teardrop’ y una impresionante ‘Cheree’, que no han perdido nada de vigencia. Más bien, están más vigentes que nunca Sebas.
Interpol: Con Brad Truax al bajo tras la marcha de Dave Pajo, Interpol dieron uno de los mejores conciertos de la primera jornada del festival, gustando tanto al público como a ellos mismos, a juzgar por la simpatía de Paul Banks, quien dirigiéndose en castellano a los presentes, comentó que era «superguay» estar allí esa noche. Con un repertorio similar al de la gira de presentación de su último LP, dieron un repaso a todos sus álbumes, destacando por supuesto las clásicas ‘Obstacle 1’, ‘Say Hello To The Angels’, o ‘Slow Hands’; pero también las más recientes, como ‘Success’, ‘Memory Serves’ o ‘Barricade’. quietmansmiling.
The Flaming Lips: Wayne Coyne salió antes de tiempo al escenario San Miguel para explicar junto a una traductora a la que se entendía peor que a él que las proyecciones que iban a usar Flaming Lips podían ser molestas, en cuyo caso recomendaba mirar al suelo o a tus amigos, y confirmar que iban a sacar su globo gigante entre el público. Habría que estudiar la razón por la que esta tontería no cansa y sigue haciendo tanta ilusión como el primer día, pero ahí estábamos de nuevo. Más felices que nadie viendo a Wayne deslizándose entre las primeras y no tan primeras filas. Al margen de la apoteosis de más globos de colores, confetti, monstruos gigantes, ‘Yeah Yeah Yeah Song’ y la delicadeza de la coreada ‘Yoshimi Battles the Pink Robots Pt. 1’, flojeó algo su concierto cuando sobrepasaba la hora entre pistas extendidas y un Wayne que con tanto «come on, come on, come on» comenzó a hacerse algo pesado. Por suerte, el asunto remontó de manera histórica con el bis ‘Race for the Prize’, quizá mi canción favorita para escuchar en un festival junto a ‘Swastika Eyes’ y un segundo bis inmejorable con ‘Do You Realize?’ que, literalmente, hacía llorar. Sebas.
Salem: Si Salem es el mayor exponente del «witch-house», la llevamos clara. Los abanderados de la nueva ola de malrollismo sonoro, más que sobrecoger al público lo que hizo fue matarlo, de aburrimiento. Sólo hicieron falta cinco minutos para que la gente se oliese que eso apuntaba a estafa así que los ríos de gente que fueron abandonando el ATP fueron constantes. El concierto sonó bajo y desganado, con la voz incomprensiblemente alta, sin distorsión alguna. Lo que tenía que haber sido algo sobrecogedor, se quedó en nada. Que se pasen por la escuela de Sunn O))), es lo único que les puede salvar ya. iko
Caribou: A Daniel Víctor Snaith se le ve más que contento con ‘Swim’, su último trabajo, motivo por el que dio el que quizá fuera el mejor concierto de la noche del jueves, a pesar de haber tocado el miércoles en el Poble Espanyol. Ya desde el principio se notaba que el escenario ATP se le iba a quedar pequeño, incluso a pesar de una sonada coincidencia con Interpol que no amedrentó en absoluto al canadiense. Desde el primer momento y hasta la explosión de luz del final, impidió que la marabunta congregada para ver su directo parase de bailar en ningún momento. Agradecido y emocionado con el público, dio paso a un apoteósico final en el que ‘Odessa’ y ‘Sun’ hicieron las delicias de los presentes. Farala.
Girl Talk: No había mejor manera de finalizar la jornada del jueves que a través de los increíbles mashups de Gregg Gillis, el encargado de hacer bailar a los supervivientes del Primavera hasta su cierre. Por sonar, incluso llegó a sonar el ‘Bad Romance’ de Lady Gaga en un momento de su sesión, entre otro puñado de canciones que devaneaban entre el pop independiente, el hip-hop y el rock alternativo (sonaron, por ejemplo, los Ramones, Ace of Base, Justin Timberlake…). Mientras una muchedumbre (compuesta en su mayoría por chicas, al igual que en Big Boi) bailaba en el escenario, Gillis se quitaba la camiseta y terminaba pidiendo a la organización unos minutos más. Bravo. Farala.