Santander Music 2011: viernes

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Santander Music 2011: viernes

El Santander Amstel Music ha dado por finalizada su tercera edición. Unas 3.000 personas han acudido a la Campa de la Magdalena en cada jornada, la mayoría de fuera de Cantabria según la organización y recoge El Diario Montañés, mientras que otras 500 estuvieron el jueves en la presentación del festival en el Escenario Santander, donde actuaron Tulsa, Betacam y El Columpio Asesino.


El recinto es del tamaño de un campo de fútbol y tiene un escenario en cada extremo; así, mientras en uno está sonando un grupo, en el otro montan el set para la siguiente actuación y realizan los últimos ajustes de sonido, algo que se ha agradecido a lo largo de los dos días, pues todas las actuaciones han estado más que correctas en este apartado, con una calidad superior a la media en estos eventos.

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Sin embargo, la actuación de The Pains of Being Pure at Heart empezó a un volumen quizá un poco bajo. O bien puede ser porque la primera parte de su concierto se centró más en su segundo disco, ‘Belong’, donde las guitarras están más domadas que en el primero. Los chicos de Kip Berman fueron a más y cuando le llegó el turno a canciones que ya parecen clásicos como ‘Come Saturday’, ‘Young Adult Friction’ o ‘Everything With You’ todo el mundo estaba dando saltos y coreando, incluido mucho fan de Mando Diao que se había infiltrado en las primeras filas a la espera de los suecos. Son uno de los grupos más carismáticos surgidos en los últimos años y se nota, y además Peggy, la teclista, afina mejor en los coros. Quien haya seguido la progresión en directo de los neoyorquinos habrá notado su evolución en poco tiempo (gracias a estar constantemente de gira) y ahora suenan sólidos y compenetrados, muy alejados de la imagen amateur que en ocasiones alimentan. Además, el hecho de que solo tengan dos discos hace que no se dejen fuera del setlist casi ninguno de sus grandes temas, que los tienen a puñados. Para el que suscribe, el mejor concierto del festival. Después de la actuación, Kip Berman fue hacia el público a firmar autógrafos y hacerse fotos con la gente en plan estrella del pop. Las invitaciones a calimocho, del que se declara fan (sic), no faltaron.

El siguiente plato, tras una sesión de Patrullero & LaVegui djs para mantener a la gente activa, eran Mando Diao. El grupo se presentó a lo grande, cuarteto de cuerdas incluido y una escenografía que parecía sacada de un salón de baile. Comenzando con una ‘God Knows’ a la máxima potencia dieron el tono de un concierto de estadio en toda regla, con más momentos enérgicos (el cuarteto se podía tirar unas cuantas canciones esperando el momento de tocar) que relajados. Björn Dixgard, el cantante principal, estaba a tope, tanto que llegaba a asustar; Gustaf Norén, la otra voz principal y guitarrista, acabó descamisado -debe de gustarle mucho la camisa que llevaba, pues tras amagar tirarla girándola sobre su cabeza durante un buen rato decidió lanzarla… al otro lado del escenario-. El final lo puso, por supuesto, ‘Dance With Somebody’, que alargaron con finales falsos y crescendos hasta que no pudieron más. Estoy seguro de que adelgazaron varios kilos.

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Tras Mando Diao le llegó el turno a Crystal Fighters. Lo primero que me vino a la cabeza fue «¿dónde está la txalaparta?», ese instrumento tradicional vasco que es como un xilófono enorme tocado por dos personas y que ellos han lanzado para la música de baile. Allí estaba, en una versión más pequeña de lo que había visto antes, y no la tocaron hasta pasados unos cuantos temas. Sobre el escenario, parecen unos hippies circenses a medio camino entre Delorean y M.I.A., y los bailes y gritos de su líder a veces llegan a exasperar, pero mantuvieron un buen ritmo en el concierto y cumplieron su cometido, mantener a la gente bailando durante una hora.

El Guincho cerró la primera jornada del festival acompañado de bajo y guitarra pero sin chicas bailando alrededor como en otras ocasiones. A lo mejor por eso Pablo Díaz-Reixa no estuvo muy inspirado y ofreció un concierto algo plano y embarullado. No faltaron sus buques insignia, ‘Palmitos Park’ y ‘Bombay’, pero sonaron sin su riqueza habitual.

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