Bebe mantiene a las dos Bebes

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Bebe mantiene a las dos Bebes

Nunca me perdonaré no haber asistido a las dos últimas giras de Dover, una presentando un disco que me hacía gracia y otro que no, pero ambas obligadas a alternar morbosamente nuevos estilos con lo que asumíamos como su sonido pasado. Así pues, era obligatorio ir a la presentación en Madrid de ‘Un pokito de rocanrol‘, el disco que podría haber hundido la carrera de Bebe y el mejor que ha hecho al mismo tiempo.

Digo «podría» porque leyendo comentarios en internet, la lista de Promusicae o críticas por aquí y por allá, da la sensación de que Bebe se ha quedado sin fans y está en el peor momento de su vida, pero no es así. Joy Eslava estaba hasta las trancas -demasiado, para mi gusto, sólo se podía ver algo haciendo acrobacias por muy alto que fueras- para la presentación de las canciones de este disco, que los fans de Bebe no dominan tanto como las letras de las antiguas, pero van en camino.

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Lo curioso es que Bebe optó por no adaptar apenas el sonido de las viejas canciones y por presentar sus composiciones a menudo en bloques de «tres viejas», «tres nuevas», «tres viejas» y así. Como resultado, la integración no fue la óptima: para aquellos a los que nos fascinan ‘ABC’, que se va creciendo en directo hasta provocar una oleada de aplausos en su «speech» final; o ‘Mi guapo’, definitivamente mi canción favorita del último álbum, la recuperación del rock latino o el pop pachanguero de temas como ‘Como los olivos’ o ‘Siete horas’, aunque celebrados por la gente, son un bajón. Por el contrario, supongo que algunos de los fans de vieja hornada fliparán escuchando algo como ‘K.I.E.R.E.M.E.’.

Aunque se prescinde de apuestas seguras como ‘Malo’ o ‘Siempre me quedará’, hay canciones viejas que gracias a su hondura y universalidad, como ‘Busco-me’, ‘Me fui’ o ‘Con mis manos’, con las que se abre el set, sí encajan intercaladas con ‘Adiós’ o las enérgicas en directo ‘Qué carajo’ y ‘Me pintaré’. ‘La bicha’ (cantada de pe a pa a grito pelado por unas mujeres a mi lado que lo grababan todo) directamente parece del último. No puede decirse que Bebe no haya incluido canciones nuevas en su repertorio para no arriesgarse porque sólo ha prescindido de la excelente ‘Compra/Paga’, ‘Der pelo’ y ‘Tilín’. El problema es que muchas de las recuperadas de los dos primeros distan demasiado de la nueva etapa, especialmente las más aflamencadas.

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Bebe no pudo hacer más referencias al incidente de la Sala El Sol que sí, estuvo mal, pero no hasta el punto de marcar un punto de inflexión en una carrera. Entre otras cosas, se hizo un lío con el «que no os follen si no queréis, que os follen bien si queréis que sí» (largo etcétera irreproducible), contó que «hija de puta» se lo llama ella a su hija cariñosamente («hija de puta, cómo te quiero»), agradeció la fidelidad de sus fans que se «pasan por el forro» lo que se escucha de ella y se fumó un cigarro de mentira para no darle el gusto a los que estaban deseando que se fumara uno de verdad para criticar. Pero lo mejor que puede decirse de este directo variado es que, entre altibajos (para unos una cosa, para otros, otra), supo sacar partido en vivo de las dos canciones más improbables. ‘Sabrás’ se ve acompañada de una percusión extra en su parte instrumental, a cargo de la propia Bebe y uno de sus músicos de confianza, lo que le da una nueva dimensión. Y ‘Yo fumo’, hoy por hoy creo que la peor canción del disco, es la mejor en directo, explotando en un delirio final hilarante como la mezcla de estudio no terminó de conseguir.

Hay momentos WTF en los directos de Bebe, como ese en el que se morrea con su guitarrista, pero otros divertidos como ese «a tomar por culo lo moderno» antes de introducir una balada, ese compartir la bebida con el público o la despedida entre enormes ovaciones mientras el propio grupo bailaba ‘Bamboleo’. En el bis, entre otras, interpreta su versión de ‘A quién le importa’, que antes de toda esta corriente de opinión en contra, ya apuntamos como la mejor que había en el disco homenaje a Carlos Berlanga. Ya nadie se acuerda, pero yo sí. Sólo por verla girarse para recitar a capella, tan folclórica, el último «nunca cambiaré», mereció la pena. 6,5.

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