En sus once discos anteriores, Madonna ha presentado la misma estructura: una base de cuatro o cinco sencillos impecables con un acompañamiento de temas mucho menos comerciales que servían o bien simplemente como relleno (‘Like A Virgin’) o bien redondeaban un concepto perfecto (‘Confessions On A Dance Floor‘). ‘MDNA’, su primera entrega fuera de Warner, ahora en Interscope, no puede sostenerse en un pilar más diferente: por primera vez un disco de Madonna sería igual de bueno, si no mejor, sin sus sencillos.
Durante las últimas semanas, después de escuchar ese tema hecho sólo para la Super Bowl (‘Give Me All Your Luvin’‘) con la producción del incompetente Martin Solveig, y del single producido por Benny Benassi, ‘Girl Gone Wild‘, efectivo pero sin más; cundía el pánico entre los seguidores de la Reina del Pop. «Madonna sólo se ha preocupado últimamente de ese bodrio de película que debe de ser ‘W.E.’«, «Madonna pasa ya de hacer música», «Madonna sólo se interesa por recaudar pasta en su gira y le da igual qué disco presentarnos», etcétera. Afortunadamente, estábamos equivocados. ‘MDNA’ tiene sus defectos, sí, pero precisamente porque no puede ser un disco más personal, más Madonna, más implicado. Atendiendo a sus textos estamos ante un clásico álbum post-divorcio, a medio camino entre la pena por lo que ha terminado y la celebración del recuperado zorreo. Dice en las entrevistas que ‘MDNA’ ha sido grabado principalmente junto a dos productores que representan tendencias opuestas. William Orbit ha co-producido las canciones más reflexivas y Martin Solveig las más divertidas, con Madonna pasando de un estudio a otro de grabación situados en el mismo edificio. Claramente, Orbit simboliza su viejo amor (como todo el mundo sabe produjo el todavía a día de hoy enorme ‘Ray of Light’) y Solveig el desmelene del dance de modita (‘Turn Up The Radio’ es el escapismo hecho canción).
En el primer grupo, brilla especialmente ‘Love Spent’, dos canciones en una con un único argumento: un «quiéreme tanto como a tu dinero» tan divertido como desesperado, en el que Madonna termina suplicando y Orbit soltando toda su artillería pesada de sintetizadores (sus cuarenta segundos finales son de lo mejor que han grabado juntos). En el segundo, ‘I’m Addicted’, en realidad de Benassi, sería el nuevo ‘Impressive Instant’, no sólo por temática, un delirante circunloquio de cuatro minutos sobre el nombre de una persona que te gusta, sino porque no caben más cosas en su cargado final de autotune, trance en modo Rihanna y recuerdos a Mirwais, entre otras cosas por las que Calvin Harris mataría.
A veces el dolor se manifiesta incluso de forma violenta hasta la muerte, como en esa ida de olla absoluta entre la vergüenza ajena y la fascinación total que es ‘Gang Bang’; y otras produce canciones tan hermosas como ‘Masterpiece’, ganadora de un Globo de Oro, y completamente acertada al comparar al ser amado con una obra de arte a punto de desmoronarse. Apurando mucho en la teoría «álbum post-Guy Ritchie», hasta ‘Give Me All Your Luvin» puede encerrar el deseo de ser correspondido después de haber sentido que todo el mundo te quiere excepto tu marido (ver documental ‘I’m Going To Tell You A Secret’).
En lo musical no encontramos, en cambio, esta cohesión, y es ahí donde reside el gran pero del álbum (nunca he esperado que Madonna me resuelva la vida con una letra y nunca me he creído aquello de que realmente se adelantara a su tiempo -ahora llega tarde al dubstep como antes a otras cosas-). Cuando el álbum acaba con ‘Falling Free’ parece mentira que sea el mismo que comenzaba con ‘Girl Gone Wild’ y ‘Gang Bang’. Madonna resuelve este asunto a duras penas reduciendo el ritmo gradualmente, colocando ‘Masterpiece’ entre ‘Love Spent’ y ‘Falling Free’ y poniéndose a sí misma como tema principal. Y es que en este álbum hay espacio para las baladas de desarrollo épico a lo ‘Ray of Light’ (‘Falling Free’), el urban de ‘Hard Candy’ (‘I Don’t Give A’), el pop chicle de ‘True Blue’ (‘Superstar’) e incluso las guitarras, el rapeo y la sensación WTF de ‘American Life’. MDNA puede traducirse como «el ADN de Madonna» -sus amigos la llaman M- y son constantes en él las citas a temas de toda su carrera, siendo la realizada a ‘Beautiful Stranger’ en ‘I’m A Sinner’ la más descarada y por extensión la menos apetecible.
A pesar de no ser equiparable, por tanto, a sus mejores obras, un vistazo al tracklist del que será su vinilo da buena cuenta de su absoluta contundencia y solidez: la cara A son todo considerables trallazos, la cara C contiene tres canciones preciosas y la cara B al fin y al cabo su single principal, la solvente ‘Some Girls’ y un par de canciones que no molestan (la D son los nada reseñables bonus tracks de la edición deluxe). Así, la mujer supuestamente más fría, calculadora y manipuladora del pop ha vuelvo a colárnosla… ¿jugando esta vez con las bajas expectativas creadas por los singles previos? Quizá, aunque comparándolo con quien hay que compararlo, es seguro que ‘MDNA’ presenta un gran equilibrio entre buenas melodías de lo más adictivo (de ahí también su título), y un porcentaje de factor sorpresa con el que los fans de Morrissey, Pet Shop Boys, Saint Etienne, Depeche Mode o U2 sólo podemos soñar.
Calificación: 8/10
Lo mejor: ‘I’m Addicted’, ‘Love Spent’, ‘Gang Bang’, ‘Masterpiece’
Te gustará si: pones un poco de tu parte para que te guste
Escúchalo: Deezer