La adaptación del bestseller de Suzanne Collins no engaña a nadie: es un producto pensado y calculado para los fans de la trilogía ‘Los juegos del hambre’ (ed. Molino). Un intento de encontrar la nueva franquicia juvenil tras la saga ‘Crepúsculo’. Tanto es así, que la elección de los actores que iban a interpretar a los personajes se convirtió casi en un epílogo de la novela, un “los juegos del casting” donde decenas de actores luchaban por un puesto en la película bajo la atenta mirada de miles de fans que seguían y debatían día a día sobre el proceso en Internet.
Afortunadamente la elegida para el papel de Katniss Everdeen fue la prometedora Jennifer Lawrence. La actriz que tan buen recuerdo dejó en ‘X-Men: Primera generación’ (2011) y, sobre todo, en la notable ‘Winter’s Bone’ (2010), consigue crear un personaje de irresistible fuerza icónica, una amazona del futuro que va camino de convertirse en referente femenino (y feminista) del género, al tiempo que pone de moda el tiro con arco entre las adolescentes.
Pero, ¿y si no eres fan de la trilogía? ¿Y si ni siquiera te la has leído? Pues estás fuera. Y desde fuera, a lo lejos, lo que se ve es la enésima variación del tema del “juego de supervivencia”. Si ya la novela pecaba de poco original, recordando su argumento a un cruce entro los libros de Stephen King/Richard Bachman ‘La larga marcha’ (1979) y ‘El fugitivo’ (1982), la película es algo así como un remix en clave juvenil y muy mainstream de clásicos como ‘El malvado Zaroff’ (1932) y títulos de culto como la japonesa ‘Battle Royale’ (2000).
‘Los juegos del hambre’ triunfa en la acción, pero fracasa en la reflexión. Es un aceptable survivor para todos los públicos rodado con brío por Gary Ross (y Steven Soderbergh en la segunda unidad). Pero cuando baja de los árboles y se pone a pensar, se convierte en una grotesca alegoría de un futuro distópico y orwelliano, con un discurso más pobre que la peluca de Woody Harrelson. El año que viene más: ‘Los Juegos del Hambre 2: En llamas’. 5,8.