El comienzo del segundo día del festival SOS 4.8 (el tercero si tenemos en cuenta la breve introducción del jueves) estuvo marcado por la amenaza de suspensión debido a la lluvia. La hostilidad del tiempo es uno de los peligros que comporta ser el primer festival de la temporada, pero dicen de la música que es el mejor lugar donde refugiarse.
Tras una actuación de los británicos Yuck, y después del desvergonzado desnudo integral de Meneo en el Club, se celebró en el Auditorio y bajo techo la presentación a cargo del artista y productor Matthew Herbert del directo de ‘One Pig‘, que trata sobre el ciclo de la vida de un cerdo. Andaba equivocado quien esperara una mera interpretación en vivo del LP (el último de su trilogía ‘One’). Más cercano al territorio de la performance, el show fue la exhibición de la producción misma del sonido, con un Herbert encerrado en un cuadrilátero de cables -como en un ring- que reproducían samples, acompañado por cuatro músicos que tocaban únicamente instrumentos electrónicos, como en una orquesta sinfónica de la postmodernidad. Fue de los pocos momentos en los que se produjo una auténtica unión entre la reflexión, el arte y la música que propone el festival SOS 4.8. Y, por cierto, si con Pulp fue elegido un violinista de la orquesta de Murcia para acompañarles en el final de su directo –obviamente no se había visto en otra igual-, en el caso de Herbert fue un cocinero local que preparaba platos con panceta (tocino o bacon) sobre el escenario, que luego fueron convenientemente devorados por el público, el colofón a este acto preformativo, tras varios minutos de ovación. Sí es cierto que el goteo de espectadores hacia la salida era constante pero, ¿no forma eso parte del espectáculo? La grandeza y el respeto que se gana Herbert no solo reside en esto, sino en que a última hora fue capaz de deleitarnos con un dj set de música disco tan industrial y bailable que le hizo responsable de otro de los mejores momentos de la jornada.
Justo cuando empezábamos a ser testigos de nuestra propia tragedia, el cielo se despejó y vimos la luna más cerca que nunca como telón de fondo a la actuación de Mogwai. El concierto comenzó con algo de retraso y con mucho silencio entre las primeras canciones debido a algunos problemas técnicos que fueron disculpados por la contundencia de su sonido. Mucha luz estroboscópica para acompañar los momentos más post-rock, y varios temas para presentar su nuevo álbum, ‘Hardcore Will Never Die, But You Will’, destacando brillantes interpretaciones de ‘México Grand Prix’ o ‘Rano Pano’, con un público entregado a la causa de unas melodías gruesas e hipnóticas.
Valió la pena moverse unos minutos para tener una muestra del concierto de Miqui Puig y la Original Jazz Orquestra sobre “las canciones que hacen bum”. Durante media hora pudimos asistir al concierto guatequero de Miqui y 20 músicos de jazz interpretando canciones del pop español, y no siempre las más evidentes: Los Planetas, Astrud, Duncan Dhu o Esclarecidos (versión a su vez de Talking Heads), entre las versiones seleccionadas, y un atinadísimo homenaje a Pedro San Martín al interpretar ‘Verano’ de La Buena Vida con el público de pie, cantando y dando palmas.
Hubo que salir: llegó el turno de otro de los cabezas de cartel de esta edición, The Flaming Lips con toda su parafernalia: el globo gigante dentro del cual Wayne Coyne pasa sobre el público, kilos de confeti, figurantes disfrazados del Mago de Oz (con el notable protagonismo de decenas de lolitas disfrazadas de Dorothy sobre el escenario), la cámara en el micrófono y las visuales de colores. Que está muy bien, pero la verdad es que cuando ya lo has visto tres veces el factor sorpresa se transforma en sensación de repetición, de estar viendo algo previsible. Además, mientras, estaba Herbert como dj dándolo todo en un escenario Club abarrotado que, por cierto, a ver si para el próximo año se proponen humanizar un poquito: el olor a alcantarillas y el espacio insuficiente y lleno de trampas hicieron que escuchar una buena sesión no fuera una experiencia todo lo agradable que debería ser.
Tampoco estaba demasiado bien el tema de los horarios. Vimos hasta 2 versiones, y ya no sé si La Casa Azul empezó con adelanto o era cosa de errores en la plantilla. El caso es que Guille Milkyway, por su parte, nos ofreció un concierto muy bailable y divertido, en el que, acompañado por dos músicos y por unos sugerentes visuales, dejó claro que ha dejado la timidez en beneficio del espectáculo. El concierto fue subiendo de intensidad a base de los mejores golpes de toda su carrera como ‘Superguay’, ‘Esta noche solo cantan para mí’ y, como ascenso definitivo al rollo discoteca, una versión extendida de ‘La revolución sexual’ que, como era lógico intuir, dio lugar al desenfreno.
Estaba en coincidencia con Love of Lesbian en el escenario Estrella Levante, presumiblemente lleno, y tras Guille salió a las tablas CSS, o Cansei de ser sexy, que salvo algunos momentos de lucidez demostraron no poner mucho empeño y, teniendo en cuenta que estábamos cerca del fin, no era el momento de dar muchas más oportunidades. Así que nos lanzamos de nuevo a la «piscina» del escenario Club esperando más sesiones de electrónica. Ante nuestra sorpresa, Feed me dj set fue sustituido por otra actuación de Buffet Libre en el escenario Estrella Levante, ya prácticamente empapado bajo un chaparrón. Y no estuvieron mal en la consecución de tantas canciones remezcladas que invitan al baile, pero que una de las últimas imágenes que recordemos del festival sea a cientos de asistentes gritando “matarile al maricón” no es demasiado complaciente. Mejor será recordar la afición a los tacones que demostraron sobre el escenario Jarvis Cocker y Genís Segarra, o la genialidad de Herbert. Por el fin de fiesta con ‘El Danubio Azul’ (como homenaje al FIB) y por los buenos momentos que nos ha dado esta edición del SOS 4.8.