Gran Hermano 12+1, otra vuelta de tuerca

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Gran Hermano 12+1, otra vuelta de tuerca

Ayer por la noche se daba por finalizada la más reciente, que por seguro no última, edición de Gran Hermano. Y con ésta, Reencuentros y GH VIPS aparte, vamos por la decimotercera, la 12+1, que no 13. Como si hubiera superstición capaz de tumbar a este fenómeno televisivo, que lejos de estar agotado, puede presumir de incluso ganar adeptos, pese a lo manido del formato, a base de reinventarse más que Madonna.

Con una duración tendente hacia el infinito, en esta ocasión hemos conocido novedades de todos los tipos, especialmente en cuanto al procedimiento de continua eliminación, incorporación, repesca y trasvase de concursantes de casa a casa, Guadalix a Telecinco y de Telecinco a Guadalix, tan enrevesado en su cambiante planteamiento como esencialmente injusto que finalmente ha concluido llevando a la victoria a Pepe Flores, el bailaor simpático y conspiranoico que entró el primer día.

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GH 12+1 no ha descubierto América en cuanto a nuevas relaciones interpersonales disfuncionales, que ya en años anteriores nos había presentado en un amplio y colorido abanico. No obstante, dicen los entendidos en granhermanología que ésta ha sido una de las mejores ediciones. Las razones para ello podrían estar en la nueva vuelta de tuerca que implica que la mitad de los habitantes fueran concursantes boomerang, resabiados de información exterior y conocedores de los secretos y los puntos débiles de los que han permanecido todo el concurso en la casa. Gracias a ello hemos descubierto que, mucho más divertido que ver a una Indhira perder los papeles por el tiburón de Arturo, es poder ver a Noemí perdiendo la cabeza y siendo lapidada no una, sino todas las veces posibles, por tener por hobby el coleccionar letras escarlata como si fueran pokemons. Finalmente, Noe no asistió a la Gala de ayer, pese a haber sido coganadora como +1 de Pepe, suponemos que por estar haciéndose su propio Raquel Mosquera.

Este año agradecemos haber podido ver una casa más organizada en las tareas domésticas, participantes capaces de mantenerse despiertos más de cuatro horas al día sin manta y gafas de sol, una cuota canaria comedida en cantidad y excelente en calidad televisiva, y sobre todo hemos podido disfrutar de la ausencia casi total de los terriblemente cansinos animales de granja. En cualquier caso, con cabras o sin ellas, GH 12+1 nos ha vendido el mismo perro con distinto collar. Y nosotros finalmente lo hemos vuelto a comprar.

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Concursantes abiertamente machistas y homófobos que acaban viéndole el culo y tocándole las tetas a una deliciosa Mercedes Milá cada día más desquiciada y peor vestida, geeks de risa indescriptible que adoptan un caracol y lo llaman Soraida, post adolescentes que dependen más de una pinza de la ropa que un asmático del Ventolín, amistades para siempre, amores correspondidos, no correspondidos, parejas rotas, celos, conspiraciones y traición, siempre magnificados por la lupa sentimental de Guadalix. Todos los ingredientes de cualquier blockbuster de la gran pantalla, minuciosamente dosificados para, milagrosamente para muchos, seguir sin empachar. Y si a alguno le ha empachado, que se tome un antiácido porque el miércoles los concursantes volverán a entrar en la casa, en aparente bucle sin fin, hasta que toda España termine cantando las canciones de Cali y el Dandee como un mantra.

Los engranajes de la más poderosa máquina de esa gigantesca fábrica de contertulios que es Telecinco han vuelto a girar, y por lo que parece lo seguirán haciendo mucho tiempo más. Si es verdad que se acaba el mundo, esperamos que lo anuncie la ganadora de GH134 enseñando las mamellas en portada de Interviú.

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